Nepotismo, autoritarismo y desprecio por los pueblos indígenas: la triste realidad en Jonotla

Maricela Allende 

En Jonotla, Puebla, el poder no se gana en las urnas, se hereda en familia. Así de claro. El nepotismo no solo tocó la puerta de este municipio, se instaló con descaro desde el primer día del trienio 2018-2021, cuando Diógenes Gerardo Méndez Barrera se sentó en la silla presidencial municipal. Pero no le bastó un mandato: fue reelegido para el periodo 2021-2024, y cuando la ley le impidió continuar, impuso a su esposa, Jael Peña Lobato, como su sucesora para el periodo 2024-2027. ¿Democracia? No en Jonotla. Aquí gobierna el apellido.

Y lo peor: el poder heredado no se usa para servir, se usa para someter.

La presidenta Jael Peña Lobato no solo ha demostrado incapacidad política, sino un desprecio absoluto hacia las comunidades indígenas que, paradójicamente, integran gran parte de su municipio. La comunidad de San Antonio Rayón ha sido marginada, ignorada y abiertamente discriminada. Se les ha despreciado por su lengua, su vestimenta, su nivel educativo, y sobre todo, se les ha negado su derecho a decidir sobre las obras que su comunidad realmente necesita.

¿La obra más urgente? La reconstrucción del techado del auditorio auxiliar de Rayón, construido en 1963. Una solicitud legítima y reiterada que fue rechazada sin explicación alguna por el expresidente Gerardo Méndez, quien incluso ordenó derribar la estructura existente, envuelto en irregularidades que nunca aclaró. El resultado: más preguntas que respuestas y un auditorio en ruinas.

Hoy, esa lucha sigue. El pueblo de San Antonio Rayón, encabezado por su junta auxiliar y su presidente, Eulogio Castañeda Barrientos, con respaldo de la delegada de Bienestar de la Microrregión 5, Irma Ramos, logró que el proyecto fuera aprobado por el programa Obra Comunitaria del gobernador Alejandro Armenta. Ya hubo banderazo oficial el 2 de septiembre.

¿Y qué hizo la presidenta Jael Peña Lobato? Se presentó con su gente con pancartas a sabotear el acto, acusando a la delegada de hacer “gestiones indebidas”. ¿Es en serio? El proyecto fue solicitado desde la gestión de su marido y también a ella, ambos se negaron a escuchar al pueblo. Entonces, ¿quién está fuera de lugar? ¿Quién le dio a Jael Peña Lobato el derecho de impedir obras aprobadas por el propio gobernador?

Porque sí, señora presidenta: usted no es dueña del municipio. Es empleada de la gente. Los recursos no los maneja usted. No son suyos. El programa Obra Comunitaria es del pueblo, lo decide el pueblo y lo ejecuta el pueblo. El gobernador lo ha dicho mil veces: “Hoy las comunidades deciden qué obra es prioritaria… no hay corrupción”.

Pero a Jael Peña eso no le importa. Ha hecho hasta lo imposible por boicotear la reconstrucción del auditorio, porque no fue su idea, porque no se le rinde pleitesía. Y ahora planea imponer un parque en el lugar del auditorio, con un banderazo programado para el 9 de septiembre, pasando por encima de los ciudadanos, y del proyecto ya aprobado.

¿Hasta cuándo, gobernador Armenta, se va a permitir este autoritarismo descarado?

¿Está usted al tanto de que una presidenta municipal sabotea su programa bandera?

La situación es grave. Se denuncia que los policías municipales reciben órdenes para amedrentar a los ciudadanos de Rayón, y que el comandante Cirilo Diego, originario de la misma comunidad, usa su puesto para intimidar a sus propios vecinos. Mientras tanto, los policías estatales, en lugar de proteger al pueblo, se convierten en escoltas personales de la presidenta, quien presume que “ella les paga”. Señora Jael Peña, su salario y el de los policías provienen del pueblo, no de su bolsillo.

Lo que ocurre en Jonotla es una burla a la democracia, una traición al pueblo indígena y una afrenta directa al gobierno estatal. Si el gobernador no toma cartas en el asunto, no solo estará permitiendo el abuso de poder, sino legitimando la discriminación y la represión.

La presidenta de Jonotla no gobierna: impone, divide y desprecia. Y eso tiene nombre: autoritarismo, discriminación y corrupción.

El pueblo de San Antonio Rayón no está solo. Y no se quedará callado.

Frase en Náhuatl:

 Amo nijneki xitlanejneuilikaj kej na, san nijneki xitlanejneuilikaj.

Traducción: “Yo no quiero que piensen del mismo modo que yo, solo quiero que piensen”.

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