Regular la ira, para prevenir la violencia, debería ser un objetivo de la educación en México: Rafael Bisquerra

Rossi A. G.

· Bisquerra, referente hispano de la educación emocional, visitó la IBERO para participar en el ‘1er. Coloquio Internacional de Experiencias Educativas en Educación Socioemocional’

El doctor Rafael Bisquerra Alzina, referente de la educación emocional en el mundo hispano, acudió a la Universidad Iberoamericana Ciudad de México para participar en el ‘1er. Coloquio Internacional de Experiencias Educativas en Educación Socioemocional’, organizado por el Departamento de Educación de la IBERO, a través de su Especialidad en Educación Socioemocional, en conjunto con la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar(RIEEB).

Bisquerra, quien impartió en el coloquio la conferencia magistral ‘Retos Actuales de la Educación Socioemocional’, se ha centrado en la investigación de la educación emocional desde mediados de los años noventa, y tiene, entre algunas de sus publicaciones: Educación emocional y bienestar (Praxis, 2000), y Educación para la ciudadanía y convivencia. El enfoque de la educación emocional (Wolters Kluwer, 2008).

Creador (junto con otros) de la Fundación para la Educación Emocional, es también director del Postgrado en Educación Emocional y Bienestar de la Universidad de Barcelona, institución donde ha impulsado las Jornadas de Educación Emocional; tema del cual platicó con la IBERO.

—¿Cuáles son las principales características, y aportes más significativos, de la educación emocional?

—La educación emocional es un elemento importantísimo para la prevención, en sentido amplio, y específicamente, para la prevención de ansiedad, estrés, depresión, consumo de drogas, violencia, suicidios; comportamientos de riesgo que no están suficientemente atendidos, ni en la escolarización obligatoria, ni en la sociedad en general, y que constituyen una clara manifestación del analfabetismo emocional.

—¿Existe alguna similitud o relación entre la educación emocional y el civismo?

—Sí. Diríamos que la educación emocional es un factor esencial, me atrevería a decir indispensable, para el comportamiento cívico, para la convivencia y para el bienestar de la ciudadanía; ya que, en el civismo, las faltas de civismo son consecuencia del comportamiento impulsivo, que es una incapacidad o una falta de voluntad para regular las emociones de forma apropiada.

—¿Y cómo se regulan las emociones?

—Las personas tenemos una gran capacidad para desarrollar competencias, que son en algunos aspectos impresionantes, fantásticas, espectaculares. Una de ellas es la capacidad de regular nuestras emociones; esto significa, la capacidad de alargar unas emociones, acortar otras, intensificarlas, atenuarlas, transformarlas. Y cuando hacemos esto, estamos cambiando nuestra forma de sentir, nuestra forma de pensar y nuestra forma de actuar.

Desarrollando estas competencias emocionales en las personas podemos convertir lo que puede ser una sociedad regida por la ley de la jungla, es decir, la ley del más fuerte o la razón de la fuerza, en una sociedad regida por el respeto, la compasión, el amor, los valores, es decir, actitudes positivas. Y, conjuntamente, hacer posible la construcción de la convivencia y el bienestar.

—¿Estas características, estos beneficios de la educación emocional, lo hicieron a usted sacar a ésta de la psicología y llevarla a la pedagogía?

—A ver. Yo soy licenciado en Psicología, licenciado en Pedagogía y director de un Postgrado en Educación Emocional y Bienestar. Y lo que entiendo, con base en las aportaciones de las investigaciones científicas, es que hay unos marcos teóricos que están lo suficientemente fundamentados, como son: la inteligencia emocional y sus distintos modelos; la psicología positiva; la neurociencia; la teoría de las inteligencias múltiples; las estrategias, técnicas y metodologías de investigación y de innovación educativa.

Todo esto, tomado de forma integradora, es lo que fundamenta la práctica de la educación emocional. La educación emocional es una práctica que tiene como objetivo el desarrollo de competencias emocionales; y como práctica, se fundamenta en distintos marcos teóricos, no en uno solo de ellos.

Además, es importante distinguir entre lo que es psicología y educación, y entre lo que es psicopatología y psicoterapia, de lo que es educación emocional.

La psicoterapia es una propuesta de intervención en casos de trastornos emocionales, de problemas personales. Es una intervención que debe ser hecha por especialistas: psicólogos, psicoterapeutas, psiquiatras; que intervienen con personas que tienen dificultades o trastornos, a las cuales se les hace un diagnóstico y se les propone un tratamiento en función del diagnóstico, y se van evaluando los efectos y cómo va evolucionando el proceso en determinada persona.

La educación emocional es una intervención educativa orientada a la prevención y el desarrollo integral de la personalidad. Interviene antes de que surja el problema, por lo tanto, es una intervención preventiva y proactiva, dirigida a grupos de personas, por ejemplo, todo un grupo de clase.

Y se hacen actividades, no porque haya un problema o un conflicto, como consumo de drogas o violencia, sino que se hace para prevenir que esto ocurra. Es prevención primaria, y es prevención genérica, en tanto en cuanto. Si la educación emocional se hace con todos los requisitos que han aportado las investigaciones científicas, los efectos pueden ser espectaculares.

—¿Sería entonces útil, necesario, brindar una educación emocional desde la primaria hasta la universidad?

—La educación emocional debería empezar nueve meses antes del nacimiento, estar presente a lo largo de todo el proceso de gestación, desde el nacimiento en la familia, en la educación infantil o preescolar, en la educación primaria, secundaria, universitaria, formación profesional y a lo largo de toda la vida. Porque de la misma forma en que una persona que ejerce de pianista está tocando el piano y se está entrenando a lo largo de toda su vida, nos hemos de entrenar y de formar en las competencias emocionales durante toda la vida.

—En el caso del sistema escolarizado, ¿cómo podría uno convencer a las autoridades de un país como México de que incluyan a la educación emocional en el currículum de los estudios?

—Deberíamos contribuir a la concienciación de la importancia y necesidad de la educación emocional simplemente basados en el análisis del contexto que nos rodea. Hay gente que dice que la educación emocional es una moda temporal o momentánea; pero la educación emocional pretende ser un factor esencial en la prevención de la violencia, en la prevención de suicidios, de consumo de drogas, etcétera. ¿Es esto una moda?

Por lo tanto, tomemos conciencia de que la educación emocional lo que se propone es ayudar a progresar en necesidades sociales que no están suficientemente atendidas. Por eso, yo lo que pido simplemente a la gente, es que lea el periódico, que se informe de la realidad que nos rodea, y probablemente tomará conciencia de que hay mucho trabajo que hacer, muchas personas que educar.

Y fíjese, el solamente desarrollar la capacidad para regular la ira, como estrategia para la prevención de la violencia, debería ser uno de los primeros objetivos de la educación en México y en todos los países del mundo.

—Ahora que habla de la realidad, México lleva por lo menos los últimos 12 años en una escalada de violencia, con feminicidios, homicidios y desapariciones forzadas. Ya usted mencionaba el carácter preventivo de la educación emocional, ¿ayudaría ésta a evitar que se cometan tantos crímenes, tantos homicidios en México?

—Hay evidencia de que esto es posible si nos lo proponemos. Lo cual no significa que sea fácil ni breve ni barato; hemos de ser conscientes de la realidad.

En México, el año pasado, 2018, hubo unas 760 mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas. Las causas de la mayoría de estos feminicidios han sido los celos y la ira, dos emociones que al no regularlas de forma apropiada causan estos efectos cada año. Es para tomárselo en consideración y para tomárselo en serio.

Pero hay que entender que tomárselo en serio no significa hacer una vez al año una charla, una conferencia, recordar los muertos que hay. Significa desarrollar competencias emocionales, tener que dedicar tiempo a entrenarse y a ponerlo en práctica.

—Muchas veces se utilizan, para combatir al crimen, las estrategias punitivas, entre ellas encarcelar a la gente. ¿Podría la educación emocional ser una verdadera readaptación y reinserción social para los reclusos?

—Sí. De hecho hay experiencias interesantes de educación emocional apropiada en centros penitenciarios, para que los centros penitenciarios no sean solamente unas instituciones de reclusión, sino que sean una posibilidad de rehabilitación y de reinserción social. Lo cual, insisto, no significa que sea fácil; pero es posible, si nos lo tomamos en serio.

—Con la estrategia de seguridad que impera en México, algunas de las violaciones a los derechos humanos las han cometido policías y militares. ¿Brindarles a ellos educación emocional ayudaría a evitar que cometan estas violaciones?

—Hoy en día los cuerpos de seguridad del Estado, la policía local, la policía nacional o todo tipo de policías, deberían de recibir una formación en competencias emocionales, una educación emocional, como parte esencial de su formación. Casi me atrevería a decir que, dentro de unos años, será probablemente más importante esta formación que aprender a disparar.

—Por otra parte, ¿puede la educación emocional generar empatía con el Otro, y así evitar manifestaciones de xenofobia, homofobia, racismo?

—Todas esas son manifestaciones de la ira. La ira es una emoción básica que llevamos incorporada de serie, y que como familia de emociones incluye: rabia, enojo, furia, cólera, indignación, odio, xenofobia, sexismo, etcétera. Todas esas son manifestaciones de la ira que muchas personas no son capaces de regular de forma apropiada, lo que deriva en violencia. De hecho, una parte importantísima de la violencia que hay en México y en el mundo en general, se origina a partir de emociones como la ira, que no hemos aprendido a regular de forma apropiada.

—Por último, doctor Bisquerra, ¿hay alguna relación entre la educación emocional y la justicia social? Me refiero a si ¿la educación emocional puede ayudar a la construcción de un mundo más justo, igualitario, incluyente, plural, pacífico?

—Yo diría que la educación emocional tiene como objetivo final construir el bienestar personal y social. Esto significa desarrollar comportamientos éticos y morales, desarrollar la integridad de la persona, de todas sus partes que la componen, para hacer posible lo que es probablemente la finalidad de la mayoría de las personas, que es, por una parte, gozar del bienestar, de la felicidad compartida, de experimentar emociones colectivas, crear climas emocionales satisfactorios; y, por lo tanto, mejorar la convivencia, mejorar el bienestar personal y social, es decir, la felicidad.

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