Héctor A. Gil Müller
Un buen dicho; “siempre es más fácil entrar que salir”, el dicho no es menor exhibe una sencilla pero cierta realidad. La esencia de la civilización está en lo civil. Cuando somos capaces de construir desde lo civil las herramientas necesarias para nuestro propio desarrollo. Desde el sexenio Calderonista el ejército mexicano ha ido aumentado sus funciones, atendiendo primeramente necesidades de seguridad y hoy día atendiendo necesidades de disciplina. El ejército se ha convertido en un actor de cualquier situación que requiere disciplina para su operación. Todo requiere disciplina, pues es el antecedente del éxito.
Una de las dos instancias habrá de disminuirse. Ya sea el ejército o lo civil, son tantos los frentes abiertos y es tan poca la capacidad técnica. México necesita seguridad y disciplina, es innegable, pero ni la seguridad ni la disciplina nos darán el mérito buscado. Es necesaria dirección, intención, prevención y construcción.
Se nos ha dicho, en reiteradas ocasiones, que debemos leer para ser gente de éxito. Según el Módulo de Lectura del INEGI, instrumento que mide el comportamiento lector en el país, de 2016 al 2022 el país ha disminuido en la población lectora, paradójicamente duramente los años 2020 y 2021 leímos menos libros en promedio que en 2016, esto extrañamente se explica que durante el tiempo que estábamos encerrados en casa sin la posibilidad de salir lo que menos hicimos fue leer en casa. Por cierto, hoy se leen 3.9 libros por año. En 6 años aumentamos 0.1 partes de libro. Hoy sabemos que el 91% de la gente lee el libro en casa, mientras que el periódico, el 25% lo lee en la oficina o centro de trabajo.
La culpa es las letras, y no solo aquellos injustamente tratados títulos de crédito llamadas letras de cambio, instrumento del abonero para aterrar a los vecinos de cualquier sector hace varias décadas. Sino la letra y su particular tratamiento de literalidad. Así como alguien se tomó muy literal que “ahora” con cariño es “ahorita” construyendo un difuso tiempo que es tanto pasado, como presente y futuro.
El mismo mundo que consume bebidas con saborizante de limón y usa jabones con auténtico jugo de limón, el mundo que pone en las justas de paz, las olimpiadas, competencias de esgrima y lucha grecorromana. Pero nosotros llegaríamos más lejos. Enarbolamos como pilar republicano a Juárez que nunca compitió en una elección. Sufrimos 6 magnicidios presidenciales para percatarnos que era mala idea designar de vicepresidente al perdedor de las elecciones federales.
Cosa rara, aunque leamos poco nos tomamos a pie de letra todo. En la militarización a algún particular se le ocurrió tomar literalmente lo que hemos cantado siempre: “que la patria un soldado en cada hijo te dio”, acto seguido parece que toda acción debe ser entregada a un soldado. ¿cuánto nos costará volver y entender que antes de soldado hijo? Hoy el ejército administra las aduanas, vela las carreteras, distribuye vacunas, construye aeropuertos, trenes y refinerías, resguarda y previene accidentes fuera de lo normal en el metro en la Ciudad de México y continúa una guerra nacional contra todo aquello que es inseguro.
La militarización nos pasará la factura cuando a alguien civil intente civilizar y suponer que contamos con la madurez suficiente como para hacer frente a la tarea encomendada