Staff/Rossi
- Directora del Departamento de Educación de la IBERO mencionó algunos de los hallazgos de la investigación ‘Educar en contingencia’
Entre los riesgos conductuales ocasionados por la pandemia de COVID-19 se observó que las y los estudiantes de primaria de México aumentaron su consumo de comida chatarra y de las horas que pasan usando los videojuegos y viendo televisión -pero no precisamente Aprende en Casa-, reveló la investigación ‘Educar en contingencia’, coordinada por el Departamento de Educación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Así lo dio a conocer la Dra. Hilda Patiño Domínguez, directora de dicho Departamento de la IBERO, al participar en El estado de la educación pospandemia ante el retorno a clases: problemas, desafíos y alternativas, mesa de discusión llevada a cabo en el marco de la 43 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
Además de lo mencionado, la doctora dijo que el alumnado tuvo un 20% más de exposición a conductas violentas dentro del hogar durante la contingencia. Por su parte, el profesorado reportó un incremento considerable de su consumo de cafeína y también del uso de los videojuegos.
La investigación, que obtuvo una muestra voluntaria en educación básica y media superior de cerca de 140 mil estudiantes y 12 mil profesores, notó que las y los alumnos han aprendido menos, han dedicado pocas horas a las actividades de aprendizaje -especialmente quienes viven en contextos sociales desfavorecidos- y un alto porcentaje ha vivido tensiones emocionales, las cuales están influyendo en su bienestar y en su compromiso con el aprendizaje.
En este proyecto también se estudió, en cuanto a los aspectos emocionales, la capacidad de resiliencia, el crecimiento postraumático, la empatía, la percepción sobre la propia autoeficacia y los estilos de afrontamiento.
Asimismo, se tomaron en consideración los siguientes riesgos psicosociales: la ansiedad, la depresión, el estrés e incluso el consumo de estimulantes del sistema nervioso central, desde el café hasta otras sustancias.
Es así que se preguntó a las y los participantes qué tanto se percibían como estables emocionalmente. “Y vimos que, en general, los niños y los jóvenes se percibían más estables emocionalmente que sus maestros(as). Los maestros(as) eran los que tenían más problemas de estabilidad emocional; se percibe en los docentes un riesgo psicoafectivo por estrés, por preocupación continua”.
Aunado a eso, tanto docentes como estudiantes reportaron tener, como sentimientos dominantes, el miedo y la tristeza; y se detectó, en al menos una cuarta parte del profesorado, la pérdida de sueño, misma que puede llegar a afectar su salud mental y física.
En cuanto a la resiliencia, en los niños y niñas de primaria se observó que han podido adaptarse a esta nueva normalidad, es decir, al uso del cubrebocas y a guardar la sana distancia. Empero, extrañar a sus compañeros de la escuela, extrañar salir de su casa y ver otras cosas, representan una problemática importante a considerar.
Es debido a los problemas detectados que la doctora Patiño mencionó que un factor que resultó fundamental para las y los docentes y estudiantes fue la regulación emocional, o sea, desarrollar la capacidad de entender sus emociones, incluyendo las de sus familias y las de sus seres queridos. En este sentido, en sus testimonios, niños y docentes dijeron cosas como: aprendí a convivir, aprendí a tolerarnos más como personas y a tener empatía.