* ¿Un agradable retorno a la normalidad?
Arturo Tecuatl
¡Claro! Si por normalidad entendemos el estado ideal de limpieza en nuestras manos, el uso habitual de cubrebocas y sana distancia: metro y medio de la persona más cercana.
¿Qué tal el transporte público? ¿Qué puede hacer el conductor de unidad ligera (llamemos así a las Toyota del servicio urbano) o el operador de autobús (el de doble rodada) si en cada parada hay numerosos grupos aguardando abordarlos, y ya se hace tarde?
En ese momento sana distancia, y uso de gel, se convierten en grato recuerdo, en frustración, y nos viene una actitud temeraria de exponer nuestra salud, conscientes que trastocamos la medidas básicas de higiene.
Y nos arriesgamos a que uno de los 50 0 60 pasajeros que atiborran el autobús en que viajamos esté infectado. Tal vez un niño, un inocente niño sin vacunar y el último en enterarse que antes de él hay varios responsables de un potencial contagio.
¿Si el Estado ha sido capaz de contener una pandemia, no lo será solucionando los problemas ocasionados por las horas pico en el transporte público?
¿No? Pues debería.
Es responsabilidad de la Secretaría de Movilidad tener un registro de las horas pico. La titular debe reportarlo a su superior para exponerlo ante el Consejo Estaral de Salud.
Ah, muy fácil. Deben hablar con los jefes de las empresas y directores de las escuelas para distribuir los horarios de entrada y salida.
Si todos en bola demandamos transporte entre siete y ocho de la mañana, lis horarios pueden anticiparse y diferirse, de tal forma que haya margen de maniobra para no saturar las unidades.
Si la entrada general de las ocho am comienza desde las siete y se mueve a turnos hasta las nueve, seguro disminuyen aglomeraciones. Y si la salida masiva de la una, se divide en turnos desde las 12, 13 y 14 horas, los operadores y conductores del servicio público dispondrán de margen de maniobra para llevar un cupo responsable, que cumpla con aplicación de gel, sana distancia, toma de temperatura y por supuesto uso obligatorio de cubrebocas.
Ahí está el detalle. Ello podría no gustar a los transportistas, habituados a retacar sus Toyota y Mercedes o Vollkswágenes a las horas pico para asegurar las cuentas del día.
Tan no están dispuestos a sacrificar “las horas de bolas de gente” que son capaces de embarrar la mano del vigilante de Vialidad para que se haga tonto pese a que en su carota el sobrecupo de unidades deja en segundo término las medidas de prevención.
¿Pero qué pasa con el Consejo Estatal de Salud, no se da cuenta o irresponablemente se desentiende de las horas pico?
Estoy seguro que hay corrupción. Que en la Secretaría de Movilidad suena la centaviza para embarrar la mano por ejemplo al Director de Transporte, de tal forma que “las bolas de gente” sean la riqueza asegurada para que se complete la cuenta del día y para que el conductor u operador disponga de la ganancia extra que le permite mantener dos o más casas, a costa de la salud de la gente y gracias a la irresponsabilidad de funcionarios puestos en nombramientos clave por mañosos, no por solidarios con la salud de la gente.
Los integrantes del pomposo comité de Salud deben por tanto dejar de tener sus traseros aplastados en sus frecuentes reuniones con café y galletitas, y enviar interventores a las terminales para supervisar el flujo continuo de corridas, no bajo el criterio de despachadores, sino de una controlada distribución para impedir sobrecupos.
Se supone que ya habrán ordenado horarios para evitar una salida tumultuosa a la misma hora muy parecido a la voz popular que reza: a río revuelto ganancia de pescadores.
Señores integrantes del Consejo Estatal de Salud, los pasajeros no somos peces del río revuelto de su mediocre papel. Ni borregos para retacar camiones de redilas y mucho menos mulas con rumbo al matadero del zoológico. Somos personas que pagan por trasladarse de manera digna y conscientes que hay un gobierno atento a impedir que la pandemia retorne.
Si el director de Transporte atiende a las necesidades de empresas y no de la gente, pues qué lo corran y contaten a alguien ajeno al gremio y con el conocimiento suficiente para tomar decisiones que garanticen un estado que viaje de manera digna, sin actos de corrupción que nos quieran ver como borregos o puercos atiborrado camiones de carga.
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