Universitat Oberta de Catalunya
Las desvinculaciones más graduales y menos traumáticas que mejoren la satisfacción en esta etapa vital se contemplan como las medidas más adecuadas para afrontar este periodo vital.
Con el incremento de la calidad de vida y el declive poblacional en el mundo occidental, el abordaje de la jubilación por parte de las personas que se encuentran en su última etapa laboral activa y el mantenimiento del sistema de pensiones por parte de las administraciones se han convertido en una prioridad para la sociedad y los gobiernos.
En este contexto, una investigación liderada por expertas de la Universitat Oberta de Catalunya, en colaboración con la Universitat Autònoma de Barcelona, pone de manifiesto que, hasta el momento, las iniciativas empresariales y administrativas adoptadas en este sentido se encuentran alejadas de las demandas que requiere esta etapa de la vida.
«Las propuestas relacionadas con el fenómeno de la jubilación no encuentran una transferencia o aplicabilidad clara y directa en los principales agentes implicados, como son las personas, las organizaciones y los gobiernos», detalla Clara Selva Olid, experta del grupo de investigación en Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC y autora principal de este trabajo, desarrollado junto con las investigadoras Maite Martínez-González y María Naqui Esteve.
A pesar de que existe una amplia literatura científica y social sobre la jubilación, por el momento no se han desarrollado procedimientos o formas de gestión que permitan avanzar social y políticamente respecto a la gestión del talento en esta nueva etapa vital. «A pesar de los múltiples estudios que se han realizado en pro de medidas como la jubilación gradual, conocida también como progresiva o suavizada, sin un adecuado eco al mundo profesional y organizativo, es como si estas no existieran», ejemplifica Clara Selva.
Demandas sociales
Entre las demandas sociales que muestran las personas que se encuentran en este periodo vital, destaca la toma de decisiones de manera personal sobre el momento de jubilarse, el fomento del autoconocimiento con una mayor educación para el ocio y la potenciación de actividades de apoyo social que favorezcan el establecimiento de nuevas y sólidas redes sociales que permitan desarrollar sentimientos de utilidad e importancia en la sociedad actual.
Sin embargo, las necesidades pueden ser diversas, en función de diferentes condicionantes, como los propios intereses, las expectativas, la salud, el género o la situación personal, social y económica.
«La cobertura social de estas demandas es claramente insuficiente, como demuestra la falta de preparativos, programas y protocolos claros que ayuden a planificar la jubilación. Basta con atender a que, en la actualidad, la mayoría de las organizaciones sigue sin llevar a cabo ningún plan de preparación para la jubilación de sus empleados.», explica Selva.
Medidas de futuro
Las autoras de este trabajo señalan que un primer aspecto clave que hay que atender es la importancia de generar conciencia y hacer difusión sobre las necesidades de las personas que se encuentran en este periodo de la vida. «Es importante que realicemos una lectura personal, de autoconocimiento, respecto a qué queremos cuando se llegue a la etapa de jubilación y que, en consecuencia, nos prepararemos para asumir y gestionar el nuevo tiempo libre del que dispondremos», recalca Selva.
De este modo, es vital cultivar diferentes roles, más allá del laboral, y fomentar las actividades sociales que se realizarán en la jubilación. Con ello, se limitan las sensaciones de baja autoestima que sienten muchas personas al jubilarse. «Realizar actividades de voluntariado, donde se pueden ocupar posiciones de responsabilidad, es una forma de planificar la jubilación, encontrando en otras tareas un rol similar al que teníamos en nuestra vida laboral. Este tipo de actividades pueden permitirnos sentirnos útiles e importantes y establecer nuevas y fuertes relaciones sociales», ilustra Selva.
En cuanto a las medidas de las empresas y organizaciones, las autoras contemplan modelos que permitan retrasar o flexibilizar la jubilación mediante cambios estructurales que den cabida a personas que aportan valor a pesar de su edad, así como el reconocimiento y atención de las expectativas de los trabajadores, más allá de las económicas, y negociar alternativas previas a la pérdida de talento por jubilación.
Por último, las autoras abogan por el diseño de programas de preparación para la jubilación que, atendiendo a los objetivos y metas significativas que las personas desean alcanzar, consigan incrementar la toma de decisión de jubilaciones anticipadas.
Estos programas se deberían llevar a cabo no solo porque las personas podrían verse beneficiadas de determinadas condiciones, sino también porque les permitiría reorientar sus vidas hacia otras actividades. Por lo que las políticas actuales, basadas en medidas unitarias, deben repensarse de modo que den paso a la gestión de la diversidad y las necesidades y voluntades diferenciadas de la sociedad actual.
«La sociedad demanda un cambio respecto a la jubilación, con el fin de que se adapte a la sociedad actual y a las necesidades de los diferentes colectivos. Por ello, los gobiernos deben empezar a ser actores principales de este proceso, permitiendo desvinculaciones más graduales y menos traumáticas que mejoren la satisfacción en esta etapa vital», concluye Clara Selva sobre la postura que deben adoptar las administraciones nacionales en un futuro inmediato.