¿Por qué son insustituibles las vacunas en la era de la salud planetaria?

Universitat Oberta de Catalunya

La vacunación frente al VPH redujo en casi un 90 % los casos de cáncer en mujeres vacunadas antes de los 17 años.

La situación actual de algunos ecosistemas favorece la aparición y la proliferación de nuevos virus y enfermedades.

La pandemia desencadenada por la irrupción del SARS-CoV-2 ha devuelto a la primera línea la relevancia que tiene la vacunación como estrategia preventiva frente a un buen número de enfermedades. Y también ha puesto en evidencia el impacto que tiene la expansión de una misma enfermedad a escala mundial, lo que ha llevado a muchos expertos a hablar de una crisis de la salud planetaria, cuyas causas es importante conocer, controlar y prevenir. Con el objetivo de analizar estas cuestiones, los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC han organizado la Jornada sobre Vacunación en la Era de la Salud Planetaria, que se celebrará el 28 de octubre en forma de seminario web (webinar), en donde uno de los temas centrales que se abordarán es el papel de las vacunas en la prevención del desarrollo de ciertos tipos de cáncer.

El Dr. Xavier Bosch, profesor asociado de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y consultor emérito del Instituto Catalán de Oncología (ICO), explica cómo algunos virus pueden producir cáncer a largo plazo, y uno de los ejemplos más representativos es el virus del papiloma humano (VPH): «La vacunación frente al VPH ha beneficiado ya a más de cien millones de personas en el mundo, la mayoría en países desarrollados, con mecanismos establecidos de evaluación, vigilancia epidemiológica y registros de seguridad vacunal. Actualmente, tenemos pruebas muy consistentes de que esta vacuna previene desde la infección por VPH hasta las lesiones preneoplásicas del cuello del útero. Además, en este mes de octubre hemos tenido la confirmación (largamente esperada) de la reducción en cerca de un 90 % de los casos de cáncer en las poblaciones de niñas que fueron vacunadas antes de los 17 años».

Evidencias de la vacuna del VPH y «pronóstico» sobre la del coronavirus

De la importancia de esta vacunación trata la campaña puesta en marcha por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el fin de
conseguir erradicar el cáncer de cuello uterino a escala mundial. Los objetivos de la OMS para 2030 son vacunar al 90% de las niñas menores de 15 años, ofrecer un cribado de calidad (prueba de VPH) a un 70% de las mujeres a los 35 y a los 45 años, y tratar adecuadamente el 90% de los casos de precáncer y de cáncer identificados
en el cribado.

«Se trata de un esfuerzo internacional para activar el interés y los recursos relacionados con la posibilidad de erradicar
uno de los cánceres que eran más frecuentes en la población femenina hace apenas un siglo. El cribado (citologías repetitivas) redujo la incidencia de este tumor en los países desarrollados que lograron implantar un programa de cribado poblacional de calidad
y con una amplia cobertura. Pero, para la mayor parte de las poblaciones, el cáncer de cuello
uterino sigue siendo un problema de salud importante (se sitúa entre los tres cánceres más frecuentes en muchos países).
Los tumores asociados al VPH se estiman en cerca de 700.000 casos anuales y pueden localizarse, entre otros, en el cuello del útero, en el aparato anogenital masculino y femenino, y en la orofaringe», explica Xavier Bosch.

En cuanto a las expectativas creadas en torno a la próxima disponibilidad de una vacuna frente a la COVID-19, la opinión
de Xavier Bosch es que seguramente en 2021 se dispondrá de resultados interesantes respecto a varias de las que están en desarrollo.

«Conseguir la producción masiva y la administración requerida a escala planetaria será más laborioso. La perspectiva optimista de la situación está en la potencia de la industria de las vacunas para escalar la capacidad de producción y en el compromiso, por parte de cinco de los mayores productores, de asegurar el suministro inicial de 84 millones de dosis para los países de la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (GAVI), los más pobres del mundo».

El impacto global de esta pandemia también ha puesto de relieve la importancia de analizar hasta qué punto los efectos de determinadas conductas humanas sobre el medioambiente propician la degradación de los ecosistemas, lo que favorece la aparición de microorganismos y la expansión de enfermedades como la COVID-19, cuestiones que cada vez cobran más relevancia, sobre todo en contextos como el actual, y que son objeto de los estudios de la salud planetaria.

Daño medioambiental y proliferación de nuevos virus: hay relación

Tal y como explica una de las expertas en el tema, Cristina O’Callaghan Gordo, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, la relación entre el estado de los ecosistemas y las pandemias, como la que estamos sufriendo, se explica por medio de diversos mecanismos: «Uno de ellos es el papel que tienen los ecosistemas con elevada biodiversidad en la regulación de la transmisión de patógenos, de ahí que los brotes y la expansión de virus, como el SARS-CoV-2, sea más probable en áreas en las que estos ecosistemas están más degradados. Otro aspecto implicado son los cambios en los sistemas de producción de alimentos, que facilitan el contacto entre fauna salvaje y humanos en zonas altamente pobladas, y a la vez esto facilita la aparición y la propagación mundial de nuevas enfermedades infecciosas».

Xavier Bosch, por su parte, comenta que hay disciplinas, como, por ejemplo, la epidemiología animal, a las que se debería prestar más atención: «Ya tuvimos una gripe aviar y una porcina, y también una patología por coronavirus en camellos y dromedarios que cruzó la barrera y finalmente logró la transmisión entre humanos (MERS)».

Respecto al grado de implantación de este enfoque en el ámbito científico, el Dr. Bosch opina que es muy complejo poder atribuir este salto entre especies a la deforestación o al cambio climático y saber revertirlo en beneficio de la salud global del planeta; la comunidad científica todavía se está iniciando en estos temas, «y lo mismo ocurre con la investigación de nuevas vacunas, en la que se está utilizando tecnología muy avanzada y en continuo desarrollo, pero las correlaciones y el impacto en parámetros de salud planetaria están todavía por describir».

En cuanto a la relación de la vacunación con la salud planetaria, tema que centrará su intervención durante la jornada, Cristina O’Callaghan afirma que el aspecto más destacable en este sentido es que «las vacunas, así como otras medidas orientadas a la prevención de enfermedades, son clave en el concepto de salud planetaria, ya que reducen el número de personas tratadas en los hospitales, que es el sector con mayor impacto ambiental dentro de los sistemas sanitarios».

El riesgo del mensaje antivacunas

Esta apuesta unánime y generalizada de los expertos por la vacunación, tanto frente a la COVID-19 como frente al resto de enfermedades prevenibles por esta vía, contrasta con la actuación de los movimientos antivacunas, que han utilizado la coyuntura actual como plataforma para dar visibilidad a sus mensajes. Según Xavier Bosch, «afortunadamente se trata de grupos minoritarios pero muy activos en las redes sociales, donde las noticias falsas o fake news pueden hacer estragos. Lo más delicado de gestionar no son los grupos fanatizados, sino las posiciones de los que dudan sobre la necesidad o la conveniencia de vacunarse o de vacunar a sus hijos o sus abuelos (vaccine hesitancy).

Estos grupos de opinión pueden dejarse llevar por las inercias de los mensajes antivacunas», advierte.

Asimismo, el experto señala que cuando la vacunación (u otras indicaciones sanitarias) entra en el juego de la política y los partidos utilizan este argumento en un sentido o en otro, es fácil para la población perder de vista la información y ser arrastrada por los cauces de las opiniones. «La COVID-19 nos está enseñando a diario hasta dónde puede llegar la situación.

No es sencillo mantener el espíritu crítico cuando la situación general es de incertidumbre sobre el futuro. Por eso hay que poner en valor la ciencia y el rigor en la generación de información, distinguir entre opinión e información y apoyarse en esta última para tomar decisiones», afirma Bosch.

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