Fue un asesino y estafador convicto británico. Dejó un amplio rastro de daños, del que escapó con un castigo mínimo. A pesar de su inmensa riqueza, sus crímenes fueron impulsados ​​principalmente por la avaricia.

Desde el terror: John Donald Merret

Fue un asesino y estafador convicto británico. Dejó un amplio rastro de daños, del que escapó con un castigo mínimo. A pesar de su inmensa riqueza, sus crímenes fueron impulsados ​​principalmente por la avaricia.

Universidad De Glasgow (Traducido)

Donald Merrett (1908–1954) fue un asesino convicto y ladrón de joyas británico, recordado por dos crímenes que marcaron su vida: el asesinato de su madre en 1926 y el de su esposa en 1954.

El primer crimen ocurrió el 17 de agosto de 1926, cuando su madre, Bertha Merrett, fue hallada muerta de un disparo en su casa de 31 Buckingham Terrace, Edimburgo, Escocia. Donald afirmó que ella se había suicidado, pero las circunstancias resultaron sospechosas. Fue llevado a juicio, aunque el jurado escocés emitió un veredicto de “no probado”, figura legal que no lo declaraba inocente, pero tampoco culpable, lo que le permitió recuperar la libertad.

Tras el escándalo, Merrett adoptó el seudónimo de “John Chesney” para borrar su pasado y reconstruir su vida. Sin embargo, lejos de reformarse, se hundió más en el crimen. Se involucró en fraudes, contrabando y robos de joyas, siendo encarcelado en varias ocasiones. Aun así, logró mantener una fachada de respetabilidad, viviendo con cierto lujo gracias a la herencia de su madre y su habilidad para moverse en círculos sociales de alta sociedad.

En 1954, su doble vida llegó a su fin. Su esposa, Vera Chesney (también conocida como Vera Williams), fue hallada muerta en su domicilio de Victoria Street, Londres. La autopsia reveló signos de envenenamiento y fuertes golpes, lo que llevó a la policía a sospechar que Merrett había repetido su patrón criminal.

Antes de ser arrestado, Donald Merrett puso fin a su vida el 16 de febrero de 1954, inhalando monóxido de carbono dentro de su automóvil. Su muerte cerró una historia marcada por la impunidad, la manipulación y una vida doble sostenida sobre el crimen.

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