Por Marioantonio Rosa
“Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.”
Jorge Manrique
¿Partimos? ¿Es cierto que la muerte es un pórtico que invoca los silencios y a su vez es una visita perfecta a la continuidad? Existe la muerte, con sus símbolos, sus rituales y el rapto del ser: su insuperable eficiencia. Quiero caminar por Jorge Manrique, por Hamlet y su diluvio de muertes errantes, Hemingway y el disparo inútil, Atmátova y su única memoria de poesía. Me encanta visitar libros ya invocados a perder su brevedad, porque un libro escrito hace perder su brújula y nosotros nos perdemos tras la brújula. De ahí, el evocar, el fundar un lenguaje de tránsito entre la muerte y la vida nos hace esenciales, al menos por un corto tiempo. Entonces cantamos al ser que se llevó la muerte. Cantamos a su idioma y semejanza. Sabemos que en el morir visitaremos todos los rostros; los admirados, los desconocidos, los enemigos, los amigos, y el cáliz, de lo que fue una existencia.
Y dentro de todo, un libro de poesía. Marvin Salvador Calero le escribe en coordenada legítima al gran Rubén Darío, figura que, hizo un reino en la tierra y ahora bajo la muerte que lo descansa-Usado así por Manrique- hace más de un siglo, ha logrado la iniciación de los signos en la inmortalidad. El poemario Elegía a Rubén Darío y Canto a la muerte tiene una sola interpretación; la invocación de la esencia poética, la existencia, funda la palabra “liróforo” como un mantra con derecho a la luz, a llevar sus versos, que ya en ellos habita la autenticidad, la razón de lanzarse en picada sobre la estética, sobre la verdad más célebre que la poesía invade: ¿Cuántos nombres has tenido?, ¡oh, terrorífica! Así llama a la hegemonía que la muerte suele poner en los labios de los hombres; así se pronuncia el nombre de Rubén Darío ya victorioso sobre la misma muerte. Estos poemas del libro, escritos con audacia, hacen el caudal ofrecido al lector una experiencia que solo pide la luminosidad. Hasta acompaña al gran poeta oriundo de Metapa, República de Nicaragua, en el paso definitivo:
Es momento de partir, Rubén.
El mar está en calma,
al subir en el vapor
te espera la gloria y el desencanto
con nombres y apellidos.
El amor te dirá adiós con beso adolescente.
(La partida de Rubén Darío hacia la gloria)
Con insistencia se hace parte del bello relieve de la mitología para unir estos brillantes poemas en un testimonio de una poesía en plenos poderes. Uno a uno los personajes mitológicos suscriben la fosforescencia de los cánticos a Rubén, que es un solo viaje con destino seguro: la trascendencia. El libro tiene tres escenas: nacimiento, alegría, muerte y cada una de estas estaciones lleva su poesía. Como en el cinematógrafo brotan las imágenes poéticas, azuzan los sentidos, llevan el mensaje. El lector, de pronto, se convierte en testigo estrella de la compartición de las palabras al hacerlas suyas con el sentimiento y narración de Rubén frente a la vida y subiendo el altar callado que suele ser la muerte:
De canéforas se visten
las niñas bellas del pueblo
y de luto amaneció Nicaragua,
el cortejo tiene la intensidad
de un mar humano,
los diarios recorren el mundo
con la noticia:
“Murió el poeta Rubén Darío”.
Murió como un santo
en pobreza y sufrimiento.
…tu “Lazarillo” no vendrá a tus funerales
Y “Guicho” te esperará por siempre.
(La muerte del cisne)
Es Marvin Salvador Calero un poeta para Latinoamérica. Es un poeta de actualidad en la medida en que sus versos rebasan la luz y el misterio, porque entrar a Darío y describirlo tanto en la vida como en la muerte hace del poeta un mensajero urgente. Dejemos que esa luz, mientras la leemos e interpretamos, se apreste a descubrirnos y hacer de la lectura irremplazable.
Es hábito de dioses.
Sobre el autor:
Marioantonio Rosa (San Juan de Puerto Rico). Poeta, editor, periodista cultural, crítico literario. Publicó Misivas para los Tiempos de Paz (1997) y Tristezas de la Erótica (2003) con Editorial Isla Negra. Duelo a la Transparencia (2005) con la editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña, que fue reseñado como “Libro del Año” por el periódico El Nuevo Día. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Guajana en el Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico (2010). Premio de Poesía “Turpial de Oro” de la Sociedad Venezolana de Arte Internacional (2011). Rosa, es coautor de la antología CANTO PLANETARIO: HERMANDAD EN LA TIERRA, Volumen I, compilación de Carlos Javier Jarquín, (H.C EDITORES, Amazon.com, 2023).
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