Por Bayardo Quinto Núñez
Podemos imaginar, discurrir que, mañana nos veremos. Ese día eran las diez y treinta minutos de la noche, el espejo estaba agotado, tartamudeaba, había sido víctima, por ello cambió de lugar, de esta situación nadie en la casa se había percatado, todos dormían plácidamente mientras llovía a raudales en la florida ciudad, y sorpresivamente las campanas de la parroquia repicando, no se sabía por qué.
La ciudad continuaba durmiendo, y don Sergio ya se había quedado dormido con semejante aguacero. De nuevo el espejo se trasladó de un lugar a otro, así pesaba el tiempo por las noches, de un lado a otro, era todo un misterio, sólo el lo sabia, pues nadie lo observaba, era un misterio tremendo. El pensaba: “estos creen que soy tonto, me utilizan y nunca ni siquiera me limpian, pero yo veo todo, y los supero porque yo nunca muero, el resto imaginémoslo, ese era su soliloquio y simposio noctambulo en la soledad”.
Todos los días era esa imaginación, espejismo realístico. Por supuesto, el espejo también tiene su propia realidad, en este relato, conforme estos rasgos, la ramificación orientada en prosopopeya como figura literaria a este objeto inanimado, el corazón, y la inyección de actuar del espejo resalta el atributo y característica que desembocan en rasgos humanos, esa es la belleza de este espejo transformado en humano a través de esta personificación.
Se entiende el juego de la naturaleza, nos motiva a entrar en acción de modo que eliminemos cualquier mal pensamiento que vuele por las mente (s) y que amenace con causarnos dolor. Es por eso quizá comience algún leve desprecio de ciertos, personas que no piensan, pero el espejo es su mismísima realidad que no entienden, ese son estos o aquello, unos para bien, y otros para dañar.
Empero, no causa ningún daño ponerle punto final a esos pensamientos desagradables. Por supuesto, en este instante que fijó Sergio los ojos en el pensamiento pudo percibir cosas gratificante inducida por una sensación de realidad, que de inmediato lo transportaba a la sombra que venía desde su mente a través de un sueño definido como algo real. Era un horroroso sueño de medianoche, y con lluvia a torrenciales. José su hermano rápidamente encendió la luz y se queda inmóvil al ver a su hermano Sergio dándose vueltas y vueltas en su cama admirando la solidez de esa realidad, de un submundo impersonal que, es la prueba de la existencia de otras cosas aparte de nosotros mismos. Pasaron varias horas, ya eran las cinco de la mañana, Sergio despertó asustado.
-José vení-le expresó Sergio-.
-Qué fue-respondió José-.
-Te voy a contar este sueño que tuve. Fíjate, soñé que fui donde Helena nuestra hermana, vi estaba en desgracia, en esa ocasión se me ocurrió bañarme en el patio, eran las seis de la tarde, nuestra madre no estaba había salido, y nuestra hermana estaba muy triste porque nunca llegaba. Pasaron las horas y horas interminables y nunca llegó- señaló Sergio a José-.
-Este sueño es que nuestra hermana ha fracasado, y como nuestra madre ya murió anda penando, quizá quiere ejecutar alguien de nuestras hermanas, o puede ser que sufre al ver la injusticia de alguna de ellas, lo desconsiderada que es, su soberbia, prepotencia. Eso discurro-le dijo José a Sergio-.
-Algo parecido pero no igual pensé-señaló Sergio-.
-De eso queremos estar seguro. Me gusta pensar en las especies marinas nadando contra y a favor de la corriente como banderas flameando y como objeto sólido- señaló José-.
-Lo que se movía sobre el semicírculo de la playa era una mancha oscura- ripostó Sergio-.
-Debido a una cierta tenuidad en tu sueño, en su negrura aparente, y segundo a segundo como me comentaste, era más evidente que, estaba compuesto de dos realidades, aunque sólo se apreciaba sus contornos sobre la arena movediza de tú mente, había una inconfundible vitalidad por cumplir-inquirió-José-.
Claro. Era un vigor indescriptible juntarse y alejarse los cuerpos; un movimiento sutil-le dijo Sergio a su hermano José-.
-Pero es que, borboteaba una discusión pasajera del tiempo una y otra vez-profirió Sergio-.
-Quieres decir qué tú sueño lluvioso te dio temor-preguntó José-. Sergio asintió con meneo de cabeza en señal de aceptación.
-Ojalá no se cumpla este sueño-finalizó José-. Los dos hermanos estaban con temor, pero comprendían que si el destino dictaba esa orden no había nada que hacer, sabían perfectamente lo que fuese el ser humano algún día tendrá que ir muriendo, nadie está exento de ese destino, en cualquier momento decimos adiós a esta vida, ello es una ley natural, que, nadie se escapa de eso. Pero, existe la esperanza, podemos imaginar que nos veremos mañana.
*Acerca del autor Bayardo Quinto Núñez, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Profesor de Educación Física en Instructor Deportivo de Baloncesto, Escritor, Pintor, siempre estudio Música, Nicaragüense, Colaborador del Periódico DesdePuebla Puebla México*