Cate de mi corazón

Héctor A. Gil Müller

Cuando el río suena, es porque agua lleva. Hemos confiado mucho en que el agua estará presente, que su travesía entre laderas y montes nos regala el fresco sonido e inequívoco olor, que por cierto se llama petricor ese bendito olor a tierra mojada. Pero; ¿qué será del dicho, cuando el río no lleve agua? Trágica escena, pero posible y probable. La sequía severa amenaza con extenderse en diversas regiones y la ausencia del vital líquido, ante una sociedad creciente y demandante se vuelve un escenario próximo. Cuando el agua pasa por la casa, nos deja el suspenso e incluso el golpe, el “cate” en el corazón que se duele ante un riesgo, pero mayor será que el agua no se presente, que se ausente de nuestra vida y comience, como en los tiempos del COVID fue la pelea por el oxígeno, ahora lo sea por el vital líquido.

Desde el año 1993, el 22 de marzo se celebra el día mundial del agua. Con esta fecha se busca generar conciencia sobre el agua, inspirar acciones de su gestión y también acuerdos sobre su accesibilidad a los seres humanos. Aunque desde los 70 ya se concebía el derecho al agua, la Asamblea de las Naciones Unidas reconoció en el año 2010 explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento.

Una persona debe consumir entre 50 y 100 litros diarios de agua para garantizar que se cubran las necesidades más básicas de salud. El país con el consumo de agua más alto en el mundo es Estados Unidos con un promedio de 575 litros diarios por persona, México encabeza la lista en los primeros sitios con 366 litros por persona. Cuando comparamos eso con Mozambique con un consumo promedio de 10 litros diarios vemos la tremenda disparidad y como se constituyen zonas de estrés hídrico.

Uno de los más grandes desafíos de nuestra generación está en concebir este derecho a partir de ciertos elementos que deben presentarse en el vital líquido para su humana distribución: debe ser suficiente, saludable, aceptable, físicamente accesible y asequible. En este último elemento la ONU estima que el coste del agua no debería superar el 3% de los ingresos del hogar. Dentro de los objetivos de desarrollo sostenibles el agua se encuentra presente, su garantía en la disponibilidad y a la vez el aseguramiento de que las ciudades y asentamientos sean sostenibles, sin embargo, la crisis sigue avanzando y el vital líquido disminuye.

Aunque la paremiología enseña “de esta agua no beberé” su matiz ya no es simbólico, se presenta como una nueva crisis. Nadie sabe el bien que tiene hasta que lo ve perdido, seamos sensatos con el líquido que nos ha dado su transparencia pensando que podemos ver más allá de ella, sin olvidar jamás que su transparencia no es invisibilidad. Nos acostumbramos a su presencia, y el descuido traerá ausencia. Einstein escribió: ¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida? Debemos saber y ser sabios que el futuro desértico amerita orden y disciplina para honrar cuidando y valorar resguardando.

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