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Este segmento poblacional puede y debe ser motor del desarrollo sostenible, pero se requieren apoyos, indicó el director del Centro de la OCDE en México para AL
“Más que nunca, hay que trabajar en la empleabilidad de los jóvenes”, dijo el Dr. Mario López Roldán, director del Centro de la OCDE en México para América Latina, al participar en el conversatorio ‘Impacto de la macroeconomía en la sostenibilidad y oportunidades para México’, actividad del ‘3er Simposio Innovación para el Bien Común y el Desarrollo Sostenible’, organizado por la IBERO.
En su disertación señaló que a finales de 2020 –en la pandemia de COVID– la tasa de desempleo de jóvenes de 15 a 29 años en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) alcanzó el 14%, equivalente a 24 millones de jóvenes desempleados.
Y aunque no han terminado los efectos económicos de la pandemia, justo cuando se estaban empezando a recuperar, llegó la guerra de Rusia en Ucrania, que causa cuatro afectaciones principales: menor crecimiento global, que conlleva menos posibilidades de empleo; menos ingresos públicos y menos recursos para programas para jóvenes; inflación, en alimentos, importaciones, servicios y energía; y encarecimiento de los créditos, debido al alza de las tasas de interés para controlar la inflación.
En consecuencia, las y los jóvenes de naciones de la OCDE enfrentan en promedio una tasa de desempleo de 11% –tres veces mayor que la de personas adultas– y el 35% de jóvenes tienen trabajos mal remunerados e inseguros. A esto cabe sumar que, por la pandemia, mil 500 millones de jóvenes se quedaron sin ir a la escuela en el mundo y sólo 50% de éstos pudo terminar o casi terminar el plan de estudios.
Pese a ese panorama, el doctor López Roldán consideró que las personas jóvenes se pueden y deben convertir en el motor del desarrollo sostenible; pero necesitan apoyos y se requiere de una serie de medidas para otorgarlos.
Para México, donde sólo 28% de jóvenes cuenta con estudios superiores, la OCDE está proponiendo una acción en cuatro vías para crear más oportunidades para la juventud mexicana. Primero, un diagnóstico del sistema educativo para saber cuánto conocimiento perdieron durante la pandemia. Segundo, una estrategia nacional de mujeres en materias STEAM (acrónimo en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), para una steamificación del futuro económico con equidad de género.
Tercero, una revisión de los planes de estudio y materias de las universidades e instituciones de educación superior y del profesorado, para saber si tienen lo que necesitan para facultar a los alumnos para adentrarse a la economía digital y al desarrollo sostenible. Y cuarto, una estrategia nacional de habilidades y destrezas que incluya un plan de acciones para la empleabilidad.
Otros elementos cruciales para generar oportunidades para las y los jóvenes en México son, a decir de López: reducir las altas desigualdades –en el país 74% de la población vive en pobreza y vulnerabilidad–, aumentar la responsabilidad social corporativa y la ética empresarial, incrementar sustancialmente la recaudación fiscal y la responsabilidad fiscal de las empresas –porque resulta difícil apoyar a la juventud con 17% de Producto Interno Bruto por pago de impuestos–, mejorar los salarios –por parte del empresariado– y fortalecer la inclusión financiera.
Por su parte, el Dr. Pablo Cotler Ávalos, académico del Departamento de Economía de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, al definir qué se entiende por desarrollo sostenible, dijo que básicamente: crecimiento incluyente, cuidado de los recursos naturales y democracia.
Asimismo, desarrollo sostenible implica: alterar la matriz productiva del país, es decir, pensar qué se produce y qué se consume; reformar la estrategia de crecimiento, y preguntarse si, por ejemplo, la llegada de Tesla o el nearshoring puede ayudar a un crecimiento incluyente; valuar a las empresas e instituciones financieras con base en sus perspectivas de ventas y frente a la posibilidad de que no hagan sostenible el medioambiente; fomentar innovaciones tecnológicas, con la posibilidad transferir sin costo tecnología relacionada con mejorar el medioambiente.
Empero, el desarrollo sostenible también trae costos. Primero, buscar ser una economía verde implica, por lo general, manufacturar productos que pueden ser caros y por ende no competitivos; Y segundo, hay un costo político, porque el desarrollo sostenible entraña regular, normar y reducir la fuente de riqueza de las empresas.
Después de preguntarse si, ¿es posible lograr un verdadero desarrollo sostenible?, Cotler mencionó que la situación macroeconómica actual lo hace muy difícil, porque las tasas de intereses están subiendo y los países están sumamente endeudados. Mientras que en naciones como México hay necesidades urgentes que resolver, como la pobreza y desigualdad, y al considerar esto, “¿el gobierno va a destinar recursos para combatir la contaminación cuando existen tantos problemas sociales?”
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