REFORMA
A sus 97 años, Tino Contreras seguía incombustible. El baterista se encargó de forjar su propia leyenda, capaz de protagonizar la escena a donde llegara y en sus tarjetas de presentación constaba: “Embajador mexicano del jazz”.
Falleció debido a un paro cardíaco a las 00:30 de ayer. Bebía café en casa, cuando le atacó un dolor en la espalda, se complicó con otro dolor y fue necesario trasladarlo al hospital donde falleció, confirmó su esposa y mánager Mónica Ramírez.
Sus restos fueron velados en una agencia funeraria de la Colonia Roma y este viernes serán cremados conforme a su voluntad.
“Deja un legado genuino, hecho con toda el alma”, compartió su esposa. “Él abrió brecha y pavimentó el camino para las futuras generaciones”.
Durante la pandemia se dedicó a componer. La tercera ola de Covid obligó a suspender conciertos, pero Contreras seguía activo practicando en su batería. Queda pendiente un documental sobre su vida y un libro de la autoría de Ramírez.
“Tuve la fortuna de haber conocido y también aprendido del gran baterista y compositor mexicano Tino Contreras. Cuando comencé mi transición del rock al jazz, Tino fue el primer maestro que me enseñó los rudimentos básicos y me introdujo al lenguaje tan específico y sofisticado de este estilo musical.
“Su muerte deja un hueco profundo en la historia del jazz en México ya que fue un innovador incansable y un ejemplo de perseverancia en el mundo de la música en nuestro país. Descanse en Paz, maestro Tino y gracias por toda la música que nos dejó”, compartió a Grupo REFORMA el baterista Antonio Sánchez.
Nació el 3 de abril de 1924 en Chihuahua, en una familia de músicos donde su padre le contagió la pasión por el jazz. A fines de los años 40, se mudó a la CDMX y al poco tiempo se incorporó a la orquesta de Luis Arcaraz.
Creó su propio método audiovisual bilingüe para tocar la batería de jazz “Lleve los tambores de Tino. Aprenda a tocar la batería”, un LP de 1977.
“El jazz es un arte divino, es la música de los siglos de los siglos”, decía.
Participó en la que sería la primera grabación formal de jazz, en 1954, pero publicada hasta los años 60, Jazz en México (Orfeón), como parte del trío de Mario Patrón (piano) y Víctor Ruiz Pazos (contrabajo).
“Alabo de Tino la consistencia de seguir siendo jazzista y anunciarse como jazzista, no de huesear ni nada de nada. Y eso, su manejo de la escena por décadas, estamos hablando desde los años 50, Tino Contreras siempre estuvo ahí”, refiere en entrevista Alain Derbez, autor de El jazz en México.
Presumía de una amplia discografía, unos 59 álbumes a lo largo de seis décadas. Apenas en 2020 grabó con su hijo Valentino, bajista y guitarrista, La noche de los dioses (Brownswood).
Aunque quizá su trabajo más interesante, opina Derbez, se ubique en los años 50 y 60, recogido en la antología Tino Contreras y su jazz mexicano (Jazzman).
Reconocía entre sus influencias la música sinfónica y el Sonido 13 de Julián Carrillo, el blues y el legendario baterista Gene Krupa, Ravi Shankar y la India, el flamenco y el merengue.
“Me entristece mucho la muerte de Tino, aparte de todo me sorprende porque siempre pensé que era incombustible”, lamentó Derbez.
Atribuía su longevidad a no fumar, no beber y no parrandear. Vital, con su boina negra y gafas oscuras, Contreras repetía como credo: “Después de Dios, la música”.
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