Salven a Firulais

Fauna Política

Por Rodolfo Herrera Charolet

Sin descartar las creaciones literarias de animales formidables, las historias de perros como el mejor amigo del hombre, son capaces de inspirarnos; porque en gran medida, narran de manera conmovedora y sencilla, su apego solidario y leal.

Cuando era pequeño, hace ya muchos años, mi perro Firulais era uno de esos pequeños que alegraban mi vida; me seguía a todos lados como un hermano siamés pegado a mis pies y en más de una ocasión, se enfrentó a otros perros de mayor tamaño o enormes ratas que salían de la alcantarilla. Parafraseando a Agnes Sligh Turnbull, el único defecto que tuvo fue que vivió poco tiempo, diez u once años a lo mucho. Quizás algunos no sepan el alcance de lo que ahora narro, si de pequeños no tuvieron la oportunidad de compartir su comida con esos seres de cuatro patas.

Muchas historias de perros han dado lecciones de nobleza a cambio de muy poco, sin reparar en los créditos son protagonistas de hechos relevantes; Firulais mi perro salvó a la hija de mi vecina de ser mordida por una terrible rata, la intrusa casi del tamaño de mi lomito sucumbió entre sus dientes; Salty el labrador retriever dorado que logró fama cuando sus ladridos tras impactarse el primer avión en la torre del World Trade Center el 11 de septiembre, salvó a su dueño, un invidente que condujo por los 71 pisos del edificio.

Otro famoso perrito de nombre desconocido, en Punta Arenas Chile, logró fama cuando un agresor sexual atacó a una niña de 8 años, aprovechando que se encontraba sola. Fue tal la fiereza del perrito que el delincuente escapó del lugar. La sangre derramada sirvió para identificar al delincuente y lograr su captura.

Fiel hasta después de la muerte es la historia de Bobby, un perro Skye Terrier; cien años después sigue siendo una leyenda. En 1958 cuando su amo John Gray, un vigilante nocturno de Edimburgo; murió a causa de tuberculosis y fue enterrado en el cementerio Greyfriars, el desamparado Bobby acompañó la tumba de John, la cual no abandonó durante 9 años; Sir William Chambers lo registró a su nombre y colocó un collar, que se conserva en un museo de Escocia, tras haberse emitido una ordenanza que sacrificaría a los perros sin dueño. Bobby vivió 5 años más con su benefactor y tras su muerte el escultor William Brodie, lo importalizó con una de sus obras, que aún se conserva en Edimburgo. Su lápida dice: “Que su lealtad y devoción sean un ejemplo para todos nosotros”.

En Nueva Zelanda en 2007 un Jack Russel Terrier salvó heroicamente a un grupo de niños que estaban a punto de ser atacados por varios pitbull. Aunque sobrevivió el perrito, tuvo que ser sacrificado por las heridas graves que sufrió. En su honor fue erigida una estatua.

Aquí en México no podíamos quedarnos atrás, de tan nobles hazañas, así que cuando los medios se volcaron en innumerables notas periodísticas a favor del rescate de los perritos que cayeron al enorme socavón de Juan C. Bonilla, que pasó a ser nota nacional; comprendí la motivación de sus iniciadores, sabedor de son los perfectos compañeros. Lejos de competir con las historias que he narrado, pero si el socavón es atractivo turístico, el rescate de Spike y Spay son la historia de amor que se necesitaba.

Tras difundirse que la perrita Spike y el perro Spay habían caído dentro del agujero, los cuerpos de socorro los alimentaron a distancia, evitando riesgos. Sin embargo su inminente peligro de morir ahogados en algún otro derrumbe y la amplia difusión de su cautiverio provocó la organización de un operativo oficial para su rescate, el cual se concretó tres días después de que habían caído. Tras ser hidratados y atendidos por un veterinario de prestigio, la noticia que ahora distrae la atención pública es que Spike se cree que está embarazada, debe culparse a Spay, porque junto a ella no había otro can que aprovechara su celo.

Pero las desgracias nunca vienen solas, como dice la frase proverbial; la perrita tampoco tiene dueño y en su caso la futura madre requiere de un hogar, que acredite su atención adecuada, a la futura madre iniciadora del pedigrí de “perritos de socavón”. El lomito causante de tal embarazo, rescatado por su dueña, seguirá su tratamiento desde casa, el cual se dijo que será proporcionado por la Unidad de Bienestar Animal, aunque no tendrá la oportunidad de conocer a sus críos. Sin duda una verdadera tragedia que podría nutrir los sitios informativos cansados de tanta política y nota roja.

Hace pocos días se informó que un perrito huérfano, al que llamaré Firulais, tras el asesinato de su dueña en Tehuacán, necesita un nuevo hogar, los medios publicaron la petición que comparto. Así que conociendo tales historias, no me queda más remedio que pedir “salven a Firulais”.

¿O no lo cree usted?

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