Por Ana Anka
Con la poesía sanamos y detenemos la muerte y nos hermana, como hicimos los poetas de los 19 países convocados el primero de noviembre de este año 2020: Primer Festival Internacional Literario: Honrando la muerte y celebrando la vida. Organizado por la escritora, editora y poeta mexicana Ana Ayala y el poeta y columnista internacional nicaragüense Carlos Javier Jarquín, quienes hicieron posible tejer la memoria viva de poetas de larga trayectoria desconocida y escritores emergentes, conjugados al fuego sagrado, al hilar palabras para exorcizar el alma y unir mundos aparentemente separados, pero que al ritmo de las respiraciones y voces creamos el puente comunicativo en vivo, directo al corazón e ir, regresar, subir o bajar hurgando oquedades, ir al lugar de nuestros hermanos descarnados ‘’ al lugar de los descarnados’’ (poeta Náhuatl Nezahualcóyotl) alumbrando los pasadizos para encontrarnos.
Realmente esta conmemoración mágico religiosa, “para que nos hablen sus huesos” (poeta Jaime Sabines), de nuestras ancestras y ancestros, aún perviven a la deshumanización y mutan con más colorido y fuerza, como en las primeras Catrinas afrancesadas y luego renacidas al calor del mole, pulque, quetzal, las flores amarillas de 20 pétalos, las rojas y anaranjadas, a su olor único de mixturas crece la hermandad y hace posible conectarnos con las redes sociales, alejados de egos, protagonismos y narcisismos, se abrieron las compuertas de las voces de poetas en tres horas exactas, sin interrupción (desde las 2,15 a 5,15), guiados por la batuta del escritor, actor y locutor Manuel Paulin, vestido con ropas plomizas brillantes y ojos fulgurantes que nos hipnotizaban y las pantallas abrían portales, con voces vibrátiles, musicales, vibraciones entonadas y respiraciones que al cerrar los ojos me transportaban…
Voces disímiles, inatrapables convocaba detener la imagen y el sonido repicaba en las vísceras, detener el audio para volver a escuchar lentamente los versos que se me escapaban y era realmente difícil despegarse de la pantalla.
Esta jornada literaria, maravillosa sin exageraciones, impregna hacerse posibles y diversos con el uso de la creatividad solidaria para construir en estos momentos dolorosos “no me llores no, nunca muero” (cantada por la bella artista Yared, quien con su voz derramaba poesía) para seguir resistiendo la reclusión globalizada por el Covid-19; exorcizar con la palabra, el verbo, con la cultura en sus diferentes formas, como ha sido con la literatura de 19 países de habla hispana, que al nombrar y llamar hicieron posible recrear con los difuntos mas vida, hilar palabras continuas con las penas y dolores, humor, alegría, desamores…
Estas clarean y sin oscuridades comprendemos la muerte, como un paso al viaje y de verdad como dice el poeta Sabines, que costumbre tan salvaje- de enterrar a los muertos- por qué no lo dejaron fuera?- esperando que los muertos se levanten- o esta :una casa de reposo para los muertos-limpia, ventilada y con agua corriente para que se levanten-, es que siempre viven en nuestra memoria y retornan más en estos días, desde el 31 de Octubre para reconfortarnos, son el apoyo emocional y los deudos, huérfanos y viudas comprenden la muerte integrada al hacer diario, ritual.
La sabiduría ancestral, cosmogonía unificadora con dioses y diosas de los mundos visibles e invisibles nunca crearon escisiones, fue la cultura colonizadora, que las separa para ejercer control y dominio por la religión monoteísta. La Pachamama es un organismo vivo al cual reverenciamos y le pedimos permiso por todo lo dado: sus aguas, tierra, cerros, animales, fuego, aire, minerales… todo es sagrado, la “patria grande” alimentada por nuestras sangres y eso está en la memoria genética y nos acude el repique del tambor, caracolas, invocaciones de nuestras lenguas originarias, las vibraciones de la música en el cuerpo instalan luces poéticas, viajes, curaciones y trances. Sería benéfico mantener cada mes estos ritos poéticos sanadores, para los cuatro puntos cardinales, desde México, tierra sagrada que mantiene sus ritos más marcados del día de los muertos.
Toda esta energía se imanta y enaltecía al compartir con los tres bisnietos del “Príncipe de las Letras Castellanas” Rubén Darío: la escritora, poeta y gestora cultural Marta Eloísa Darío Lacayo con su voz torrencial nos leyó un acróstico y Martín Katz Darío de profesión arquitecto y Rubén Darío IV, ingeniero, escritor e historiador compartieron lecturas del “Padre del Modernismo”. Sin aspavientos en vivo, con espontaneidad y magnetismo irradiaban colores, como las Catrinas y la poeta Ana Ayala en lengua nativa con su tambor alejaba las fuerzas negativas y nos transportaba a los siete niveles para llegar al inframundo y guiar ‘’el camino hacia un altar’’ (Sabines).
Es cierto que nada es fácil en el mundo de la cultura atomizada por grupos oficialistas o individualidades narcisistas, pero todo se facilita cuando se unen equipos humanos solidarios que aman y creen en la cultura, en la voz poética, en la participación hermanada de poetas que nunca han sido convocados, y son hacedores en la periferia, su barrio o pueblo pero la organización teje, punto a punto sin egos y nos ayuda a reconocernos y por ello agradecemos públicamente a las gestorías culturales, tan necesarias en estos tiempos terribles de pandemia, pobreza, enfermedades, guerras intestinas y calentamiento global y ahora paralizados o controlados por el miedo, emoción atávica, primaria, son diluidas con el arte, la poesía y cantos.
Las culturas prehispánicas han resistido al sometimiento, la esclavitud y muerte a través de la danza, música, teatro y otras manifestaciones culturales. Siempre en mi resuena las guaruras, caracolas gigantes, zampoñas, quenas, cuernos del toro, vuelos del cóndores, las llamas, vicuñas, coyotes, mapaches, osos, chigüiros, jaguares… la poesía nos ilumina y llama al silencio y las poetas no le tenemos miedo a la muerte y hoy nos conectamos con ella, muerte viva que nos renueva con mas poesía.
Despertamos con las voces ancestrales y la dignidad batalladora de guerreras, guerreros con nuevas palabras que me conmueven, al ser escuchadas mis hermanas, las Catrinas, los portales nos llevan al altar de su casa, con sus difuntos, en cielos e infiernos y caminos al inframundo y esa voz de Yared Ayala, cantando la Llorona “tápame con tu rebozo llorona-porque me muero de frío” es el camino de los descarnados, esqueletos agotados en su recorrido, se alumbran con las velas, sal, agua, “uno es el agua de la sed que tiene” resecas las pieles se humedecen con las flores y aromas y el recuerdo. Esos instantes de sus compañías nos sacuden con la humildad y agradecimiento de la bella Ana del pueblo mexicano y el dulce humano solidario visionario Jarquín del pueblo noble de Nicaragua.
La poesía trasmuta la finitud física, carnal a otras, al integrar mundos invisibles y nos fortalecen los cuerpos, vísceras, esqueletos-sostén de carnes y músculos, rostros con yoes múltiples y son las llamaradas poéticas, las voces que secuestran al dios del tiempo, Cronos, Pacha en trance sanamos; hay tanta fuerza poética de las voces emergentes, autenticidad que reclama mas fuego para renacer en las semillas, en la tierra enraízan y al viento con el agua nos humedece esta sed de decir, sentir, hablar en el camino de los muertos, la vida nos resucita al contacto de las sales sagradas. Estamos despiertos para ‘’enriquecer la vida’’ en los brazos del silencio-beso a la muerte-entre la vida y la muerte-las Catrinas-la muerte es nuestra amiga-la dama negra-polvo eres-el poeta muerto vivo.(cadáver exquisito).
Sobre la autora
Ana Anka nació el 6 de septiembre en Lima- Perú y radicada en Venezuela desde la adolescencia y actualmente reside en Costa Rica. Se desempeña como Psicóloga, catedrática de la Universidad de Oriente (jubilada), locutora, comunicadora social; con estudios en Letras y Filosofía, en Procesos cognitivos y doctorado en Ciencias Sociales.
Contacto: rosancah@gmail.com