Por María Beatriz Muñoz Ruiz
Claros y oscuros, trazos detenidos en el tiempo y eternos, realismo y dramatismo, inquietud… os hablo de una obra de arte con la que hoy he tropezado y que no conocía, porque, queridos míos, en este mundo acelerado en el que todos queremos saber de cualquier tema para quedar bien socialmente, se nos olvida que el arte no son datos, son un pasado lleno de recuerdos, vivencias y críticas sociales, sentimientos plasmados por un artista que en la mayoría de los casos están poco valorados por una sociedad en la que prima lo instantáneo y las emociones fuertes.
A nuestra etapa actual deberíamos llamarla “la sociedad del ya”; todo lo queremos al instante, no tenemos paciencia ni si quiera para observar una obra de arte e indagar en lo que el artista deseaba transmitir.
La obra de arte que ha inspirado mi artículo se llama Matrimonio desigual, de Vasili Pukirev. Dicen que detrás de todo gran cuadro hay una historia oculta, si me preguntasen que he sentido al mirar la pintura de Vasili, diría que, al principio la mirada se detuvo en una hermosa joven vestida de novia que estaba casándose; Pukirev sabe perfectamente como guiar al espectador con su juego de luces y sombras hacia el comienzo de la historia, porque lo que él narra en este cuadro es una historia.
Entonces, desvías la mirada de la joven, y tu plano se abre dando paso a otros personajes, que, a pesar de estar algo ensombrecidos, pueden distinguirse los detalles perfectamente de sus gestos y vestimentas. En ese instante, tu gesto se tuerce y la escena ya no te parece tan hermosa como al principio, Pukirev hace que te sientas incómodo, casi como si fueras parte de la escena.
La joven mira hacia abajo con resignación y por su rostro resbalan lágrimas apenas perceptibles, mientras el novio, de avanzada edad y con detalles que nos indican su posición adinerada, la mira con soberbia y poder.
El fondo de la obra, casi en penumbra, está ocupado por varios hombres susurrando y criticando la escena que están presenciando, pero lo que te causa más malestar es ver medio escondidas, dos figuras fantasmales de ancianas, que según cuentan, se trataba de las esposas fallecidas del novio.
Personalmente, y en ese orden, fue lo que más me impactó, pero he de decir que el sacerdote que los casa ocupa un plano importante en esa historia, ya que se encuentra iluminado y podemos ver cada detalle que lo caracteriza. No es necesario explicaros el papel que desempeña el sacerdote en esta historia, la iglesia siempre ha mirado hacia otro lado, y lo sigue haciendo, pero no es momento de extenderme en ese tema.
Dicen que Vasili Pukirev solía introducir su imagen en las obras que realizaba, y este caso no fue una excepción, él se hallaba junto a la joven, haciendo las veces de padrino, pero… ¿realmente fue una escena ficticia? la escena que narra esta obra se cree que fue real, una cruel historia que Vasili vivió y sufrió siendo obligado a ser padrino en la boda de su amada. Para Pukirev, cada trazo era un grito de frustración y desesperación, una forma de hacer visible su propio sufrimiento en una sociedad que ignoraba las emociones personales si había dinero de por medio.
Matrimonio desigual encierra una historia de injusticia y tristeza a través de cada pincelada, una crítica a los matrimonios arreglados, y a la crueldad que, de manera silenciosa, se permitía en la Rusia del siglo XIX y en todo el mundo, pero con esta historia no solo vemos el sufrimiento de ella, sino el de aquellos que amaban y fueron separados por el sucio papel del dinero.
Vasili Pukerev, aunque reconocido en su momento por su talento, nunca logró alcanzar el éxito que merecía. El artista vivió una vida marcada por la pobreza y el rechazo. Olvidado por una sociedad que aplaudió su obra y luego lo abandonó llegando a vivir sus últimos años prácticamente en la miseria, un final trágico para un hombre que utilizó su talento para mejorar el mundo y denunciar una situación que en aquella época era muy común.
Su muerte fue tan silenciosa como su vida, y durante años sus obras fueron enterradas en la indiferencia, sin embargo, con el tiempo, Matrimonio desigual se ha convertido en un símbolo de lucha contra la injusticia del más poderoso, un grito ahogado que aún se escucha, una denuncia contra el poder, la riqueza y la hipocresía de una sociedad en la que aun actualmente, sigue mandando el dinero.
Si esta obra fue pintada en 1862, y hoy en día seguimos viviendo dominados y manipulados por aquellos que poseen poder y dinero, deberíamos preguntarnos ¿en qué hemos avanzado? ¿en destruir más rápido nuestro planeta? ¿en una tecnología que mantiene nuestras miradas fijas en las pantallas? ¿en una infancia en la que sustituimos a nuestros progenitores por el móvil?
No todo es malo en el mundo que hemos construido, pero un mundo sin corazón es un mundo vacío.
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