Ricardo Homs
El conflicto suscitado por el Gobierno Mexicano en contra de la diseñadora Carolina Herrera y el tipo de respuestas que damos, muestran falta de conocimiento y disciplina, en lo referente a derechos de propiedad industrial y derechos de autor.
El que se tenga la razón en el ámbito moral, no garantiza éxito de la reclamación.
Lo primero que se escuchó de parte de algunos funcionarios públicos, líderes políticos y legisladores, cuando se dio a conocer la noticia, fue que esta diseñadora debía haberse reunido con las comunidades indígenas cuyos diseños plagiados son parte de su patrimonio cultural, para pedirles permiso.
Se dio a conocer que la Secretaría de Cultura envió una carta formal dirigida a ella y su director creativo Wes Gordon, exigiendo explicaciones que parecen reclamos.
Esta visión está muy alineada con los nuevos tiempos políticos que vivimos, pero es un disparate jurídico que demuestra ignorancia en el ámbito de los derechos de propiedad industrial y propiedad intelectual. Los funcionarios públicos debiesen estar más enterados de cómo se protegen los derechos de propiedad intelectual, de donde se derivan la propiedad industrial, que incluye patentes, diseños, denominaciones geográficas, modelos industriales y por otra el derecho de autor, donde se protegen las manifestaciones artísticas.
Todo lo relativo a la protección de la propiedad intelectual se rige bajo convenios internacionales que iniciaron hace muchos años y se concretaron en 1967, con la firma de un protocolo en la Convención de Estocolmo, bajo el liderazgo de la ONU, lo cual constituyó la OMPI, que es la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, cuyas oficinas centrales están en Ginebra, Suiza.
La OMPI es la conclusión de un largo proceso de protección del patrimonio artístico y cultural de la humanidad que tiene como origen el Convenio de París, para la protección de la propiedad industrial, firmado en 1883 y el Convenio de Berna para obras literarias y artísticas en 1886.
Sin embargo, con total improvisación se pretende salir a hacer el ridículo internacional con propuestas que sólo en el contexto político de hoy, localista y lleno de simbolismos, se entienden, pero que las grandes corporaciones internacionales verían con ternura derivada de la ingenuidad o la ignorancia.
No me imagino a Carolina Herrera viniendo a pedir permiso a alguna comunidad indígena para utilizar diseños que forman parte del patrimonio cultural colectivo y salir confiada porque a “mano alzada” la comunidad le dio permiso, sin tomar en cuenta la posibilidad de que algún vivales le exija condiciones inaceptables.
Eso sólo en el México de hoy se ve, lo cual significa un retroceso en el proceso de modernización que le dio a nuestro país respetabilidad y un lugar importante en el selecto grupo de las veinte potencias mundiales que conforman el G20.
¿Esta nueva visión indigenista significa que los diferendos jurídicos que deben resolverse con apego a nuestras leyes empezarán a concretarse de acuerdo con el sistema de “usos y costumbres”, a partir de códigos culturales que cambian de comunidad a comunidad?.
La propiedad industrial es un tema jurídico, que deben resolver abogados de amplia experiencia y mucha especialización en derecho internacional.
Simplemente el IMPI, Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, tiene mucho que aportar si se le consulta.
Es un hecho que no tenemos conciencia los mexicanos del gran reconocimiento internacional que tiene la cultura mexicana y nuestro acervo artístico. Nuestros artistas tienen gran valoración internacional, no sólo los que están en el ámbito de la industria del entretenimiento, sino aquellos que destacan en las grandes artes.
No sólo nuestros muralistas Rivera, Siqueiros y Orozco, así como Frida Kahlo y otros grandes pintores de los últimos cincuenta años, como los hermanos Rafael y Pedro Coronel, Carlos Mérida (nacido en Guatemala), el oaxaqueño Toledo y otros muchos más que aún en México no reconocemos pero cosechan éxitos en el extranjero.
Elisa Carrillo es la bailarina estrella de la compañía Staatsballet, de Berlín, Alemania y ganadora del premio internacional “Benois de la Danse”, considerado el “oscar del ballet”, entregado en Rusia, que la coloca hoy en 2019 como la mejor bailarina del mundo de este año. Sin embargo, en 2018 este premio lo recibió Isaac Hernández, mexicano, quien es el bailarín principal del English National Ballet, de Londres, Inglaterra.
En 2007, Jaime Vargas, solista del Royal Winnipeg Ballet, de Canadá también fue nominado para recibir este premio mundial.
¿Qué decir de nuestros cuatro cineastas ganadores del Oscar… González Iñarritu, Alfonso Cuarón, Del Toro y el Chivo Lubeski?. El flautista Horacio Franco, los tenores Fernando de la Mora, Francisco Araiza, Javier Camarena y Ramón Vargas, por citar algunos que han hecho una larga carrera en el extranjero y otros aún desconocidos en México, como el barítono veracruzano Alejandro Lárraga Schleske, quien está haciendo una sólida carrera musical en Alemania.
El reconocimiento al talento mexicano en el extranjero nos habla de una oportunidad de fortalecer la presencia artística y cultural de México en el mundo y la necesidad de impulsar a nuestros creadores, artistas, así como a las manifestaciones artísticas colectivas, como las creadas por comunidades indígenas, que hoy originan la controversia con la diseñadora de modas Carolina Herrera, creadora de un emporio internacional radicado en Estados Unidos.
Se hace necesario realizar un gran inventario de diseños que forman parte del acervo artístico de nuestras comunidades indígenas y registrarlas como marcas colectivas en los organismos internacionales que protegen la propiedad industrial a nivel global. Sólo a partir de ello se podrán tomar las medidas legales que en cada caso procedan, como hizo el gobierno de Coahuila hace varios años, registrando al sarape de Saltillo ante autoridades protectoras de la propiedad industrial.
Sin embargo, debemos reconocer que difícilmente se podrán proteger diseños específicos, pues simples variaciones convierten a las obras en un nuevo producto. Con visión optimista que busca oportunidades, este reconocimiento implícito que dan los grandes modistos internacionales a la
riqueza artística de nuestras manifestaciones étnicas, nos permite poner de moda el arte y la cultura de México en el mundo, con visión comercial.
¡Qué falta nos hace ahora el Consejo de Promoción Turística!, aparte de PRO MÉXICO, dos organismos promotores que acaban de ser desmantelados. Sus oficinas podrían estar capitalizando esta tendencia.
Es muy importante que el nuevo gobierno entienda que si dentro de México puede conducirse de la forma emocional con que lo hace, cuando se trate de asuntos internacionales que impacten la imagen del país, debe hacerlo con la responsabilidad que implica representar a una gran nación, prestigiada y con liderazgo y que antes que tomar decisiones reactivas, debe asesorarse con expertos en los diferentes temas.