Ricardo Homs
“Ven, ven, ven, vamos a Tabasco, que Tabasco es un Edén”, decía una famosísima canción del cantante Mike Laure, de finales de los años sesenta, o principios de los setenta y es que Tabasco realmente era un edén.
Sin embargo, el desarrollo petrolero de finales de los años setenta y principios de los ochenta cambió drásticamente la fisonomía de ese estado y de la región sur del Estado de Veracruz, impactando la vida de los originarios de la zona y eso se puede repetir con el proyecto de la Refinería de Dos Bocas. El impacto negativo de la presencia de PEMEX en una región no es cierto que se compensa con empleos y oportunidades para la gente local. La experiencia anterior, le debe mostrar a los tabasqueños que más que oportunidades, recibirán problemas.
A mediados de los setenta, con el descubrimiento de yacimientos petrolíferos en el sur del Estado de Veracruz y Tabasco, se vieron invadidos por una fuerte migración de petroleros, tanto ingenieros como obreros calificados y esas regiones se vieron impactadas.
Los puestos vacantes fueron cubiertos con trabajadores sindicalizados, altamente capacitados, que fueron reubicados desde otros estados donde PEMEX tenía larga trayectoria. Por tanto, muy pocas oportunidades laborales se crearon para los tabasqueños, oriundos de esa zona.
Las empresas contratistas de PEMEX llegaron con sus plantillas de trabajadores.
Sin embargo, esta fuerte migración llegó demandando vivienda y servicios, mientras se construían los fraccionamientos propios de PEMEX, que albergarían a los recién llegados.
Por tanto, la fuerte demanda encareció las rentas y el precio de los bienes raíces, que los recién llegados sí podían pagar, pero eran exorbitantes para la gente local.
Por la llegada de jóvenes solteros en gran cantidad, proliferaron los giros negros con un consiguiente impacto en los hábitos y costumbres, así como en el ámbito moral.
La gente local siguió percibiendo lo mismo, pero con mayores costos para su sobrevivencia. Hubo inflación.
Los comerciantes grandes tuvieron que competir con las nuevas empresas que llegaron a establecerse ante el boom económico que se generaba en Tabasco. Las oportunidades las absorbieron de inmediato quienes estaban preparados para aprovecharlas y por lógica eran fuereños vinculados desde antes a PEMEX.
El impacto ecológico sobre el edén que era Tabasco, fue demoledor. Se contaminaron ríos y tierras.
Sin embargo, en esas épocas, hace cuarenta años, no había delincuencia como la de hoy, la economía no estaba tan dominada por grandes cadenas como lo está hoy y el deterioro ambiental no era grave.
Por ello, en este nuevo escenario, que hoy vivimos, el impacto será peor.
Con toda seguridad, para Dos Bocas, PEMEX reubicará gente con experiencia, proveniente de otras refinerías.
Los comerciantes verán como su estado será invadido por grandes cadenas comerciales que tienen tiendas de conveniencia, farmacias, tiendas de materiales para la construcción y todos aquellos rubros donde hoy se refugian los pequeños comerciantes locales, los cuales serán desplazados y tendrán que sumarse a la economía informal, callejera.
Quizá esas oportunidades laborales que se crearán en las cadenas comerciales, se llenen con gente local, pero son cargos muy mal pagados.
A su vez, los delincuentes llegarán de otras regiones y los cárteles fuereños buscarán establecerse ahí.
El cobro por “derecho de piso” se focalizará mayormente en los comercios locales y en la economía informal, pues las grandes cadenas de cobertura nacional, son más difíciles de extorsionar.
No sería extraño que el gobierno federal tratase de cumplir sus promesas de empleo a los migrantes centroamericanos con las pocas plazas laborales básicas y mal pagadas que deberían corresponder a la gente local. Cuando empiecen a acumularse deportados de Estados Unidos en la frontera norte, generando problemas sociales aún más graves, el gobierno federal reubicará a estos en lo que considera será la “obra del sexenio”.
No será improbable que una obra como esta, lanzada sin planeación la cancele el próximo gobierno por lo que toda esa gente que llegó ilusionada y se arraigó, permanezca en Tabasco pero sin la plaza laboral que le llevó ahí, generando un caos.
Siempre se puede estar peor.
La gente que puede recordar como fue el Tabasco anterior al boom petrolero de los setentas y cómo se deterioró el Estado, es la que hoy ronda los sesenta años de edad.
Sin embargo, la gente que hoy se ilusiona pensando en que sus oportunidades de mejorar su calidad de vida está en la Refinería de Dos Bocas, es la gente joven, que carece de referencias para comparar lo que el boom petrolero puede hacer en su estado.
Efectivamente hay forma de que una región capitalice positivamente un gran proyecto de infraestructura, como ha sucedido en otros países, pero hoy en México hay prisa y no hay tiempo para la planeación. Por tanto, los proyectos que empezarán a instrumentarse, como “Dos Bocas” se irán sobre la experiencia del “ensayo y error, lo cual significa altos costos financieros, humanos y sociales.
Los primeros que debería oponerse a este proyecto improvisado son los tabasqueños, pero deben hacerlo ahora, pues después lo lamentarán.