Por Bayardo Quinto Núñez
Escritor Nicaragüense
VETE ESPEJO
En una casona antigua y desolada, en el centro de la sala se encontraba un espejo de un metro de alto y cincuenta centímetros de ancho, montado y sostenido por una linda mesita antigua. En el convergían las articulaciones de todos los espacios. Ese espejo nos acecha, observa la dimensionalidad de cada espacio desunido y los conjuga, expresó Miguel a Maritza. Es un espejo más, penitente, apostata, ignoto, con ficción improvisadas nos observa para justificar la frase estéril y la duda abominable, replicó Maritza a Miguel. El espejo no es mentiroso, siempre está observando, pero en el fondo y trasfondo tiene el síndrome irreal, no es ni siquiera un fantasma, pero es el mejor observador, interrogador y genio, nunca dice mentiras, concluyó Miguel. VETE en el espejo, asintieron ambos amigos.
LA MUERTE MUERE
La muerte había jurado que por su honor se creía sazonador aventurero de alto prisma, cuyas aguas postergó para el día siguiente bajo una capa anacrónica, dijo Octavio a Dina. No hay que buscar tres pies al gato, ni que el burro venga a caballo, contestó Dina. Pero si todos estamos muertos, replicó Octavio. Entonces, como hacemos para continuar viviendo la muerte, inquirió Dina. Ese es el atributo de la eternidad en vida y en la muerte que continuará siendo vida, repuso Octavio. Quiere decir que nunca morimos y somos como la noche, que es un simulacro, contestó Dina. Claro que sí, finalizó Octavio
LABERINTO
Pobrísimo laberinto infinito, que poco a poco recobra la realidad de las cosas cotidianas, expresó Roberto a Sergio. El rigor y la soledad es el contrapunto que bruscamente había perdido el habla, replicó Sergio. Mi enfermedad me agobia, pero el trajín de continuar en la vida y pretender hacer el bien, es una excepcional calidad que remite a las profundidades de la conciencia, inquirió Roberto. Si, pero el laberinto de la vida, es el laberinto desconcertante que fija simplemente la soledad y el dilema de mantener viva la libertad, finalizó Sergio.
TUERTOS
Octavio e Iván observaban la realidad infinitesimalmente, no les aburría estar dentro de esa realidad, y de tanto verla , TUERTOS quedaron. Eso no les interesaba, el asunto era mirar cuántas veces fue necesario hasta quedar satisfecho o insatisfechos. La verdad era que todo el que la miraba se sorprendía, asombraba, estos no quedaron muertos, pero tuertos sí, y aunque ahora no vean, tienen alma, sentimiento para imaginarse esa realidad, pero que quedaron tuertos, lo quedaron.
LA VOZ TEME A LA VOZ
Pregunta a su interioridad: Mi marido ha tomado de mí las veces que le viene en gana, de lo que queda podré disponer o debo arrojarlo a los animales para que se lo coman, ¿o será mucho mejor darlo a quién lo aprecie Si, le contestó su voz interna.
INTERESANTE
Adrián le expresó a Benjamín: Te hemos estado observando que puedes sentir y saber por qué viniste. No sé, replicó Benjamín. Es una paradoja. ¿Qué puedo Hacer? repuso Adrián. Nada, porque mi trabajo es hacer lo que tú piensas, le contestó Benjamín.
LA RAZÓN VENCE A LA RAZÓN
Un ruido internado en el aposento de Fernando lo sustrajo de sus pensamientos. Era que tenía una noción imperfecta del tiempo por lo que había ocurrido, como que se le separaba la raíz de su alma, a la vez deliberadamente le comentaba: Enrojezco, tiemblo mientras escribo y pienso en tan condenable atrocidad que pasó en la madrugada de ayer, pero no incurrí en la realidad de establecer una relación de causa y efecto, entre el desastre ocurrido y mi criminal acción de no actuar para frenar la tragedia en mi casa. Todo se destruyó, pero me satisface que la razón vence a la razón. Ya todo se acabó, le expresó y su gran amigo de lucha.
*Acerca de Bayardo Quinto Núñez, Escritor Nicaragüense
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