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Un estudio realizado en la ciudad de Salvador por investigadores de la Universidad Federal de Bahía (UFBA) reveló que los hogares encabezados por mujeres negras son los más amenazados por el hambre: el 21,2% de ellos sufren inseguridad alimentaria moderada o severa y otros 25,6% la sufren de modo leve.

Sumadas las dos categorías, los datos indican que las preocupaciones sobre el acceso a alimentos en cantidad y calidad están presentes en más de la mitad de estos hogares.

Los resultados del estudio están contenidos en un artículo científico publicado en la edición del viernes (5) de la Revista Cadernos de Saúde Pública, editada por la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz).

Se aplicó un cuestionario con 62 preguntas, de manera presencial y en línea, a una muestra de 14.713 viviendas en 160 barrios de Salvador. La recolección de datos se llevó a cabo entre 2018 y 2020.

Gravedad

Los investigadores utilizaron la clasificación de la Escala Brasileña de Inseguridad Alimentaria (EBIA). La situación se considera grave cuando hay hambruna o cuando se restringe la cantidad de alimentos para los niños, moderada cuando se restringe la alimentación de los adultos y leve cuando las personas no saben si tendrán acceso a alimentos en un futuro próximo.

Se configura seguridad alimentaria cuando se tiene acceso a alimentos en cantidad y calidad. Esta situación está más presente en los hogares encabezados por hombres blancos. En el 74,5% de ellos no hay preocupaciones relacionadas con la alimentación.

La nutricionista Silvana Oliveira, una de las investigadoras que firman el artículo, explica que varios estudios comprueban que la inseguridad alimentaria está relacionada con factores socioeconómicos como los ingresos y la educación. Sin embargo, pondera que no lo explican todo y que también hay que considerar la discriminación racial.

“La gente todavía tiene la visión de que el lugar de la mujer negra es el trabajo doméstico. Hay algunos estereotipos que se asocian, por ejemplo, con la falta de oportunidades para tener mejores ingresos. Aunque tenga la misma educación que una mujer blanca, una mujer negra tiende a lograr un salario más bajo porque cuelga en el imaginario social que ella tiene un valor más bajo”, analiza.

Según Silvana, para ser efectivas, las acciones de combate al hambre deben estar asociadas al reconocimiento de la desigualdad racial y van más allá de las medidas universales que ignoran las especificidades.

“Las políticas públicas deben incorporar la interseccionalidad, que es esa mirada a las diferencias dentro de los grupos y a la interacción entre diferentes ejes de opresión. La desigualdad racial afecta a toda la población negra. Pero también hay demandas específicas de las mujeres negras. Hay que tener en cuenta estas demandas que se ponen”, dice.

Desigualdad racial

Aunque la investigación se ha centrado en la realidad de Salvador, la nutricionista dice que los resultados dialogan con datos que documentan la desigualdad racial en el país.

Además, explica que el marco teórico estuvo compuesto por estudios nacionales. “Creo que la investigación vino a sumar y contribuir a la discusión de la situación de inseguridad alimentaria no solo en Salvador, sino en Brasil”, dice. Al mismo tiempo, señala que se tomaron en cuenta las características específicas de la capital de Bahía.

Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), con aproximadamente tres millones de habitantes, el 80% de la población de Salvador se autodeclara negra o parda.

Entre los 14.713 hogares que componían la muestra de la investigación, la mayoría (50,1%) tenía como responsable a una mujer negra; luego vinieron los encabezados por un hombre negro (35,4%), una mujer blanca (8,3%) y un hombre blanco (6,2%).

“A pesar de tener una población mayoritariamente negra, Salvador tiene una desigualdad muy profunda que no ha sido enfrentada”, concluye Silvana.