Bayardo Quinto Núñez
Como de costumbre, un señor, una noche pasó por la casa de Irsa. Siempre le observaba pasar, pero una noche de mucha lluvia lo detuvo y le dijo: lo invito se quede a comer, él accedió. Irsa, había heredado una fortuna de sus padres. Desde ese día cada vez que pasaba el señor desconocido, se detenía en casa de Irsa, y le saludaba y le daban un plato de comida.
En una oportunidad Irsa le exteriorizó a su marido, el señor, que cada vez y cuando pasaba por aquí, he sabido que es un hombre muy bondadoso, hagámosle un cuarto y demole dónde pueda reposar y así cuando pase si el gusta puede quedarse a dormir. Está bien, respondió el marido. Un día que pasó lo hicieron entrar, lo acomodaron en el cuarto recién construido le dieron de comer, beber. El se quedó en su cuarto, y decidió: Se dirigió a los sirvientes, dile a Irsa, que venga y cuando esté cerca usted (es) argúyanle “qué podemos hacer por usted”. Llegó Irsa y uno de los sirvientes le dijo: ¿qué podemos hacer por usted?. De inmediato Irsa ripostó, estoy bien en medio de mi familia.
El señor en otra ocasión volvió abordar de nuevo el tema con los sirvientes. Estos respondieron, no tiene hijos y su marido está de más edad que ella, le pesan los años. De nuevo el visitante le dijo a los sirvientes, llámala de nuevo, y una vez que llegó, le dijo el visitante: auguro que el año que viene darás a luz a un bebé. Le respondió Irsa, no trate de engañarme que he sido muy buena con usted. A los días el visitante desconocido se fue a peregrinar y no volvió a casa de Irsa. Al año siguiente Irsa dio a luz a un bebé, como se lo había pronosticado el extraño.
El niño creció, y estando con su padre le expresó, papá tengo un dolor, el padre se sorprendió y corrió auxiliarlo llevándolo donde un facultativo en medicina, después regresó donde su mamá, estando ahí sorpresivamente murió ese mismo día por la noche. Entonces la esposa le expresó a su esposo, voy a ir donde nuestro amigo visitante, que me alisten mi caballo, y en efecto así fue. Ella sabía dónde vivía, porque él se lo hizo saber antes de despedirse.
Se fue, dónde dormía el visitante. Al verla se asombró y cuando tuvo de frente le preguntó: cómo está su familia y especialmente el niño. Ella, respondió: el niño a muerto. Pero como es posible, respondió el extraño. Vamos a su casa, para ver. Fueron, y él se le acercó lo tomó en sus brazos, y lo quedaba viendo de ojo a ojo, le abrazo como dos o tres minutos. Cuando de pronto el niño despertó, éste corrió a los brazos de su mamá. Había vuelto a la vida. Pero mamá, que pasa los veo preocupados y llorando, les dijo el niño. Si, es que te habías muerto y este señor te ha vuelto a la vida. Pero mamá, no estaba muerto, estaba en un aletargado sueño de nunca acabar, soñaba con la pureza del mundo, de las personas, dentro de un espacio del color de una lámpara blanca, todo era tan puro, que no me daba ganas de salir, pero al sentir el calor de esta persona que usted me dijo me abrazó y me quedó fijo viendo a mis ojos, sentí su pureza. La alegría retornó a la casa y el visitante, furtivamente desapareció.
*Sobre el autor de esta columna letrística: Bayardo Quinto Núñez, abogado y notario público, escritor , pintor, músico.
Estas notas te pueden interesar
-
Sergio Salomón: ¿Es un hasta luego, no un adiós?
-
Semana Mundial del Emprendimiento: Norberto Maldonado destaca el papel de la tecnología y los desafíos del ecosistema empresarial en México.
-
Organizaciones en Latinoamérica sufren 19% más pérdidas en activos intangibles que en tangibles a causa de la IA, riesgo cibernético y apropiaciones indebidas de propiedad intelectual
-
¡Ranking de Seguridad en la Zona Metropolitana del Estado de Puebla!
-
México debe reformar su ley y política migratoria: Eduardo Castillo López