Ricardo Homs
El problema de la violencia sobre la mujer nace en el seno de la familia. Siempre los valores, del tipo que fueren, se forjan en el ámbito familiar desde la más temprana edad, cuando el bebé observa la conducta de los padres y toma esa referencia como el modelo a seguir.
Por una parte, la violencia intrafamiliar, cuando existe, deja huella en el consciente del niño o niña
Sin embargo, cuando el niño crece y la relación del adolescente con el género opuesto ya tiene un nuevo componente, que es el sexual, la actitud de la madre consolida lo que será la conducta de los hijos varones, por un lado y las hijas por otra.
Hay una tendencia en la madre mexicana a sobreproteger al hijo y justificar su conducta incluso cuando se convierte en agresor de una mujer. El machismo se aprende en la familia.
A su vez, a la mujer se le educa con el complejo de la provocación. Generalmente serán declaradas culpables de haber provocado a su agresor, aunque no haya sido así. El argumento podrá ser la ropa provocativa, las actitudes y hasta el hecho de haber estado en el lugar equivocado.
Cuando la violencia tiene un desenlace fatal, es cuando vienen las sorpresas.
Evidentemente no en todas las familias se practican estas costumbres, pero sí podemos observar esta tendencia social.
La mujer, al proteger de modo instintivo al hijo, le justifica la violencia contra las mujeres y traslada la responsabilidad de la agresión a la víctima.
En realidad, hay tres componentes en este fenómeno vinculado con la relación emocional entre la madre y el hijo varón. Primeramente, una actitud solapadora por parte de este perfil sociocultural, donde el amor maternal se vuelve incondicional frente al hijo, sea cual fuere su conducta, incluso aunque esta fuese de tipo delictivo.
Como segundo componente, un condicionamiento social. Se somete a la mujer a estas reglas machistas y por eso ella, en su rol maternal, termina promoviendo estos valores aun en contra de su propio género. El tercer componente, es el condicionamiento que la misma madre ejerce sobre las hijas, de modo tal que ellas terminan considerando que es normal que la mujer debe someterse a los caprichos del hombre, aunque esto genere violencia.
Si este complejo contexto nace en el seno de la familia, es reconocible el fuerte impacto social.
No se podrá combatir la violencia femenina si no se ataca desde sus orígenes, la familia.
Es necesario concientizar a las mujeres de que ellas tienen un rol importante para desactivar la violencia y es cuando en su rol de madre educan a los hijos varones. Que al educar a los hijos no deben solapar las actitudes machistas.