Universitat Oberta de Catalunya
Un análisis de Segundo Moyano, docente de la UOC, sobre las oportunidades que presenta la pandemia para orientar la relación entre los adultos y su responsabilidad en la educación de los niños y adolescentes.
Educarse desde casa se convirtió en la realidad de una gran parte de la población estudiantil del mundo. Alrededor del 60 % de los padres no han encontrado alternativas frente al cierre de las escuelas y las guarderías a causa de la pandemia, lo que ha afectado su área laboral, teniendo en cuenta que una proporción significativa de padres que trabajan dependen de estas instituciones. Y, aunque la transición a la educación virtual ha aligerado en cierta manera la situación, no legitima la intervención de los padres en el proceso de enseñanza. «En la educación de los niños y adolescentes, los adultos no podemos dimitir de nuestras funciones y aún más en estos momentos, en los que se pone en juego una cierta construcción de la figura adulta, punto de partida para un acompañamiento educativo con verdadero interés en la construcción de un futuro posible para ellos», indica Segundo Moyano Mangas, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Educarse tiene ahora otro sentido. La promesa educativa, tal y como se conocía, posiblemente ya no existe, y ha llegado el momento de repensarla, redirigirla y reconstruirla, donde la educación establezca vías de acceso al mundo, con el objetivo de posibilitar la incorporación de nuevas generaciones. «Es aquí en donde el adulto debe preguntarse cómo sostener en estos momentos esa función adulta. En el marco de nuestras propias prácticas cotidianas, debemos llevar a cabo un acompañamiento que incentive, cree un verdadero lazo social y facilite el descubrimiento», añade el docente de la UOC.
Ahora bien, aunque los alumnos tienen cada vez más autonomía a la hora de utilizar las nuevas tecnologías para aprender por sí mismos, esto genera un reto contemporáneo para el acompañamiento de los niños. ¿Cómo sostener la virtualidad de la misma manera que la presencia física?, ¿cómo se construye esa presencialidad física?, ¿dónde está el adulto en la virtualidad? Para Moyano, no se debe situar el eje en la controversia de lo virtual, sino en el lugar de la presencialidad física contemporánea, porque, «si no sostenemos ese acompañamiento en el ámbito de la presencialidad física, tampoco lo sostendremos en la presencialidad virtual, pues la pandemia ha visibilizado muchas de las necesidades de la infancia y la adolescencia.»
El vínculo entre los estudiantes y los docentes se ha visto afectado por la pandemia. Para el pedagogo de la UOC, la escuela y los adultos deben apoyarse mutuamente, manteniendo una misma visión, construyendo una relación sostenida, como agentes sociales de cambio y de transformación social, y desmarcando aquellas convicciones naturalizadas sobre una infancia que no entiende, que es apática, desinteresada o se encuentra desmotivada. «Los niños quieren aprender, quieren adultos que les muestren el mundo; si no, hay otros que lo hacen de manera mucho más directa, como por ejemplo el mercado.
Aquí tenemos un reto importante en cómo proponer cosas que sean interesantes para los niños y los adolescentes.»
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