El migrante y su indescriptible solidaridad durante la pandemia

Por Carlos Javier Jarquín

Como seres mortales que somos, vivimos y viajamos por esta vida cargados de sentimientos, de pena, de dolor, de nostalgias, de recuerdos y de vez en cuando exploramos circunstancias que no son nada fáciles de superarlas, pero todo lo anteriormente mencionado es que hace que la vida sea única, irrepetible e inolvidable, por eso cada segundo de respiración debemos disfrutarlo con encanto e incalificable intensidad, nuestro tiempo en este mundo terrenal tiene límites y nuestra felicidad nosotros le ponemos límites, tenemos que entender que guste o no, el sentido y la realidad de nuestra existencia es que tenemos que partir al más allá, nos vamos sin saber si es el momento apropiado o inapropiado, lo cierto es que nuestros días, meses y años tienen un final que causará sorpresa de infarto para la familia y amigos.

Es incomprensible saber que existen personas que se creen físicamente sempiterno, más no saben que la luz de nuestro coexistir dejará de resplandecer en el momento menos pensado. El año 2020 ha sido un año; para amar, meditar, aprender, descubrir pero sobre todo apreciar el tiempo y a las personas, sin importar, nacionalidad, edad, raza, religión, política, etc., este ha sido un año que nos ha dejado muchas enseñanzas que debemos tenerlas presentes y que las venideras generaciones se sorprenderán cuando conozcan la historia planetaria del año 2020.

A lo largo de este año hemos vivido y conocido historias imposible de creer algunas expresadas en bondad y solidaridad, otras han sido llenas de dolor. Quiero compartirles una historia de un emigrante noble, solidario y humanista, su nombre es Juan. Como todo emigrante él ha vivido en carne propia el significado de la xenofobia, a finales de noviembre del 2019, él y Teresa, dueña del apartamento donde vivía, tuvieron una conversación de la cual esa señora de 55 años nunca olvidará, Teresa, casi siempre en todas las charlas continuamente se expresaba negativamente de los extranjeros pero especialmente de los compatriotas de Juan, por supuesto éste naturalmente se molestaba pero finalmente la ignoraba, pero ese día le dio una cátedra y la hizo meditar, Juan me compartió lo que le dijo:

“Señora Teresa, ¿por qué usted odia tanto a los extranjeros? Es incorrecto e incoherente que despreciemos a un ser humano solo porque es de otra nacionalidad, no sabe qué el día mañana ese ser humano del que tanto se burla le dé de comer, en ningún momento desprecie a un inmigrante porque mañana sus hijos o nietos podrán sumarse a esa numerosa lista. La humanidad actualmente ha venido perdiendo los principios y valores que generaciones anteriores tenían presentes, actualmente muchas personas de pocos sentimientos desprecian al que no tiene dinero, estudios universitarios, o extranjero. No olvide que mañana un migrante le podrá cambiar su vida de la manera más especial que usted desconoce ”.

Teresa y sus tres hijos desde a mediados de febrero se habían quedado sin empleo, ella tenía tres apartamentos en uno de ellos vivía Juan, los otros inquilinos eran nacionales, para inicios de abril se fueron para otra ciudad. Para finales de mayo la crisis de Teresa, era fatal los ahorros que tenía eran pocos, Juan notó la crisis que ella estaba viviendo y desde entonces cada 15 días por 5 meses incesante le llevaba verduras: frutas, arroz, galletas, azúcar, aceite, carne, leche, café y todo lo necesario para que ella no aguantara hambre, la primera vez que Juan le llevó una hermosa canasta básica alimentaria, ella se puso a llorar, él se sorprendió, preguntó: “-por qué lloras”, ella le dijo:

-“Lo hago porque nunca pensé que un emigrante me iba a dar de comer, tengo familia y amigos pero en estos momentos difíciles para ellos soy una desconocida, te pido que me perdones porque yo siempre me he expresado muy mal de los extranjeros sobre todo en mis redes sociales, tú en noviembre pronosticaste lo que hoy estoy viviendo, realmente este año lo que he aprendido nunca lo podré olvidar. Gracias por existir y coincidir en mi destino, hoy soy una nueva persona y nunca más le daré espacio a la xenofobia. A lo largo de este año pandémico he aprendido que de la persona menos esperada en los momentos más turbios de nuestra vida pueden convertirse en nuestro ángel”.

 

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