Por: Dr. Diego Juárez Bolaños
IBERO CDMX. CEA-MOPE
· La situación actual nos obliga a pensar estrategias que permitan no acrecentar las diferencias de acceso a recursos educativos por parte de los estudiantes del sistema educativo, y dejar de entender a la educación como sinónimo de escolarización
El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.
En un contexto nacional de cierre de instituciones educativas debido a la emergencia del coronavirus, han salido a relucir las enormes inequidades del sistema educativo nacional. El secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, anunció el programa Aprende en Casa, mediante el cual se aspira a que los estudiantes continúen trabajando con contenidos curriculares desde sus hogares y así no pierdan el ciclo escolar. Sin embargo, este programa está apoyado en el trabajo mediante recursos tecnológicos tales como tabletas, computadoras, teléfonos celulares y televisión. Lo anterior desconoce la limitada disponibilidad de esos recursos en buena parte de los territorios rurales: en 22% de los hogares se cuenta con alguna computadora, 47% de sus pobladores tienen acceso a internet y 58% a telefonía celular (Mejoredu, 2020).
Por lo tanto, la situación actual nos obliga a pensar estrategias que permitan, por un lado, no acrecentar las diferencias de acceso a recursos educativos por parte de los estudiantes del sistema educativo, y por el otro, dejar de entender a la educación como sinónimo de escolarización.
En relación con el primer punto, las acciones dirigidas a los alumnos del medio rural para que puedan atender algunos contenidos del currículo nacional, podrían seguir algunas consideraciones:
1. La diversidad de los contextos rurales: mientras que, para una parte de la población rural las opciones de estudio a través de recursos tecnológicos puede ser una alternativa viable al contar con su acceso permanente en sus hogares, para otra parte de los habitantes rurales tal disponibilidad puede ser ocasional y costosa (a través de los negocios que ofrecen el acceso a computadoras e internet), mientras que para otra parte simplemente no es una alternativa real. Por lo tanto, los recursos que ofrezca la SEP deben ser variados y tomar en cuenta tal heterogeneidad.
2. Los recursos educativos que oferten las autoridades (ya sean tecnológicos o impresos), serán sólo un medio. A veces parecería que la existencia de tales recursos, por sí mismos, serán suficientes para garantizar los aprendizajes, cuando lo más relevante serán los contenidos y actividades a los que se puedan acceder y trabajar a través de esos recursos.
3. Revalorizar la importancia y el potencial de los Cuadernos de Trabajo a través de los cuales los alumnos pueden desarrollar actividades de manera independiente a partir de la revisión de ciertos contenidos. México tiene una importante trayectoria en la producción de tales materiales, específicamente en la Telesecundaria y en las escuelas comunitarias atendidas por el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe). Sin embargo, el diseño y elaboración de los Cuadernos de Trabajo prácticamente se han detenido desde hace años. Basta recordar que la serie más importante de esos materiales los construyó Conafe a finales de la década de los ochenta, y que buena parte de las Telesecundarias continúan trabajando con el Plan y Programa de estudios 2006. Tales materiales serían de enorme utilidad, no sólo para estos momentos, que obligan al trabajo autónomo por parte de los estudiantes del medio rural, sino de manera cotidiana cuando se reabran las escuelas.
La situación actual también amerita, una vez que pase esta emergencia, volver a poner en la mesa de discusión temas que no son ni han sido del interés de las autoridades educativas, tales como: la necesidad de contar con un calendario escolar flexible y adaptable a las necesidades y realidades estatales y regionales; la importancia de fortalecer el Sistema de Televisión Educativa (la red Edusat), a través de la generación de nuevos contenidos y que los mismos se difundan en televisión abierta, sin olvidar que las bandas de frecuencias televisivas son un bien de la Nación; el fortalecimiento de modelos educativos flexibles para las escuelas rurales y multigrado; la simplificación de los contenidos de los Planes y Programas de Estudios, priorizando la existencia de algunos básicos nacionales, los cuales sean complementados con contenidos locales, municipales, estatales y regionales, con mayor pertinencia contextual, por mencionar algunos.
Las circunstancias también nos permiten valorar el trabajo de los docentes rurales. Será importante que las propias instituciones educativas, las universidades, Escuelas Normales y demás entes relacionados con la educación rural, realicemos un proceso para conocer y reconocer las diversas estrategias que están desarrollando los actores educativos en estos momentos. Ello nos permitirá dar a conocer tales acciones y estrategias a otros actores, para quienes podrían ser útiles en sus contextos y espacios de trabajo y vida.
En relación con el segundo punto, parecería que es mucho más relevante que lo hasta aquí señalado: la emergencia actual nos abre la posibilidad de dejar de pensar que la educación sólo existe en las cuatro paredes de las aulas, sino que retomemos su definición de una manera más amplia. Ello implica revalorizar los conocimientos y saberes locales y contextuales, lo mismo que advertir la importancia del hogar y la comunidad como espacios de aprendizaje, y reconocer que con las escuelas cerradas podríamos ganar más como sociedad de lo que se “pierde”. Retomemos la importancia del juego como espacio de aprendizaje, del fomento a la imaginación y de la creatividad, aspectos que la escuela actual ha relegado en la búsqueda de la homogeneización del alumnado.
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