La guerra más allá

Héctor Gil Müller

Las acciones militares y de combate se han intensificado en un conflicto que mantiene una escalada constante. Miles de desplazados en barrios destrozados completamente en toda la franja de Gaza y también la reacción indiscriminada contra cualquier centro de población israelí son el resultado de días de ataques. La operación militar ante los ataques terroristas perpetrados en contra de Israel a 12,400 kilómetros de distancia de México hace ver en la escena mundial el jinete que nunca nos abandona del todo. La guerra aparece como una constante en la historia antigua y reciente de la humanidad. Escribió San Agustín: “Para crear se necesitan siglos y gigantes; para destruir, un enano y un segundo”, la guerra migra de opción a situación y a veces en condición. La presión política y militar sobre la cultura y sociedad de palestinos ha traído la aparición de grupos salvajes que encuentran en los horrores del propio pasado los instrumentos de presión para su futuro.

La guerra nunca ha traído nada bueno, ni siquiera la débil paz que parece germinar cuando un conflicto termina, no es lo mismo saber que lo tienes todo y descubrir que no tienes nada que saber que no tienes nada y descubrir que lo tienes todo.

México, continuando con la idea política impuesta en 1930 por Genaro Estrada y hoy llamada “Doctrina Estrada”, establece que puede no anunciar el reconocimiento o no reconocimiento de un gobierno exterior. Esto ha inspirado que la policía de no opinión ha sido una salida en los anuncios diplomáticos de México en los últimos 100 años. Se antoja lejano el conflicto, porque más allá de los miles de kilómetros parece en medio de un conflicto religioso centenario, pero el barco es el mismo.

La secretaría de relaciones exteriores de México suavizó la sequedad del silencio reiterando: “Seamos claros. México aboga por la paz, el diálogo y la protección de civiles sin matices” y esto fue resultado de la inconformidad expresada por Israel ante los comentarios que hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador. El mensaje diplomático, entregado en una de las mañaneras del presidente López Obrador solo incluía: “Nosotros respetamos al Gobierno de Israel, y muchísimo más al pueblo de Israel, pero nosotros no queremos la guerra, nosotros no queremos la violencia, nosotros somos pacifistas y no queremos que pierdan la vida ningún ser humano de ninguna nacionalidad”. Mientras esa postura se mantiene dos aviones de la fuerza aérea mexicana despegaron para sacar del país a 270 ciudadanos mexicanos, el ultimo censo internacional observa mas de 5000 connacionales mexicanos en el territorio, al mismo tiempo que mantiene la solicitud de extradición del exdiplomático Andrés Roemer quien enfrenta varias denuncias de agresiones sexuales en México y se encuentra en Israel.

La guerra sigue convocando motivos religiosos y el primer ministro Israelí Benjamín Netanyahu agradeció la simpatía de la comunidad cristiana en apoyo al “milagro que es Israel” al mantenerse sobre las adversidades. Una guerra que es más allá no solamente por los motivos que imprime y las profecías que resuenan o la distancia respecto al palacio nacional de México, sino que mantiene una nula presión para definir y condenar lo político sino solamente lamentar lo perdido. Espectadores de un mundo que va más rápido como para girar.

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