El banco que se quiebra

Héctor A. Gil Müller

Sabio el cómico que advirtió que un banco es una institución que solo te prestan dinero si demuestras que no lo necesitas. Bien escribió Benjamín Franklin, “El valor del dinero se entiende, cuando se trata de pedirlo prestado”.

El 8 de marzo, directivos del Silicon Valley Bank anunciaron que buscarían recaudar 2,500 millones de dólares para aumentar su liquidez. El decimosexto banco en importancia en los Estados Unidos de América fue insignia y líder en la colocación de créditos y acercamiento entre inversores en modelos novedosos de negocio cuyo potencial se ve día a día conforme aumenta nuestra dependencia informática.

Ese liderazgo en uno de los mercados más pujantes de una era manifestaba su colapso ante los ojos conservadores de otros bancos. Los clientes del SVB, seguramente conectados y comunicados mediante las propias redes que había custodiado desde su origen, retiraron apresuradamente sus ahorros dejando al banco en números más que rojos, dolorosos. El banco había perdido el control y el gobierno americano salía a escena para evitar un contagio de desconfianza en otras instituciones. El propio Presidente Joe Biden emitió una declaración a la nación invitando a manejar el caso como una situación aislada que no reflejaba la salud del sistema bancario americano. Básicamente decir que si un banco se quiebra no se cae el que estaba sentado.

Hasta ahora, varios bancos pequeños han caído en sus acciones y parece dibujarse un efecto dominó entre las instituciones. No hay remedio ni aspirina que cure esta ventanilla. Esta quiebra se ha convertido en el segundo mayor descalabro al sistema bancario después de lo ocurrido en 2008. En el mundo las alarman se prenden, se deja libre la inflación dejando las tasas de interés o se sacrifica la utilidad bancaria provocando una huida de capitales. Nada nuevo sería suponer que puede venir una crisis, eso lo sabemos de antemano, a veces las crisis solucionen las anteriores crisis para llegar. El fenómeno muestra, o que la inversión tecnológica ya no es tan disruptiva o que un nuevo mercado ahora está marcando la pauta.

Aunque nosotros no somos tan dados a invertir en tecnología, al menos no del siglo XX para acá, si tenemos algunas alertas que también pueden radicalmente cambiar. En un caso diferente, pero igual de arriesgado el capital se encuentra el mercado de las AFORES (Administradoras del Fondo para el Retiro).

Hemos sido incapaces de alertar sobre las competencias necesarias para administrar particularmente el fondo. Seguimos ante la inexistente tradición de un salario que se mantiene competitivo aun en la vejez. Ya empiezan a enterarse, quienes llegan a tales tiempos, que los montos ahorrados no son suficientes para enfrentar los desafíos de la edad avanzada.

A lo lejos vemos que no hay el conocimiento o la disciplina para administrar la bonanza efímera que llega con un gran monto al momento de la separación laboral. Hay fiestas, carros y regalos, pero eso concluye. Cuando la escasez llega el ahorro se hace utopía. ¿qué cambios habrá cuando una generación entera busque modificar el concepto que se aprobó para vencer un boquete en el pasado? Las Afores se aprobaron cuando el hoy era mucho más valioso que el mañana, pero ese hoy ahora es ayer y el mañana es hoy, ¿qué vamos a hacer? Hacer caso es muestra de madurez, entender las señales es inteligente y sano.

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