Staff/RG
· El Dr. José Sols, profesor del Departamento de Ciencias Religiosas, encuentra semejanza entre el martirio de Padres de la Tarahumara con jesuitas de la UCA asesinados en los años 80 en El Salvador
El Dr. José Sols Lucia, académico del Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, espera que el asesinato de los jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, en Cerocahui, Chihuahua, sea un parteaguas que conduzca a la sociedad mexicana a decir ¡basta ya!
Sols recordó que cuando parecía que el terrorismo vasco nunca acabaría, surgió el Espíritu de Ermua (tras el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, concejal por el Partido Popular, a manos de ETA), movimiento cívico espontáneo en el que la gente dijo ¡basta ya! Lo mismo pasó con la dictadura en Argentina, cuando las Madres de la Plaza de Mayo también proclamaron ¡basta ya!
Consideró que la Iglesia debería movilizarse “y movilizar a la sociedad”, y los jesuitas “deberían ser levadura de la masa, invitando de manera profética a la sociedad a decir ¡basta ya!, no podemos soportar más el narcotráfico”. No es el actual Presidente o el siguiente quien debe “dar el puñetazo en la mesa”, sino las y los mexicanos desde abajo, quienes tienen que decir, esto no puede continuar así, enfatizó el docente.
Sobre si el asesinato de los Padres Campos y Mora pudiera ser un punto de inflexión en torno la violencia, homicidios, desaparecidos y lucha contra el narcotráfico en México, el doctor mencionó que ojalá suceda así.
Como analogía, dijo que la muerte de 75 mil personas en 12 años de guerra civil en El Salvador no conmovió al pueblo de Estados Unidos (nación que prestó ayuda militar al gobierno salvadoreño), pero sí lo hizo el asesinato, en 1989, de seis jesuitas, entre ellos el P. Ignacio Ellacuría, Rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).
Eso generó que los jesuitas presionaran a la mayoría demócrata del Congreso de Estados Unidos, entre ellos algunos antiguos estudiantes de las instituciones educativas de la Compañía de Jesús, para que los políticos a su vez instaran al gobierno de George Bush padre a cambiar su política en América Latina. Aquello derivó en que se dejara de matar a sacerdotes, obispos y animadores de la palabra.
Otra semejanza que encontró José Sols entre los jesuitas de la UCA y los de Chihuahua es que ambos grupos habían hecho una opción por la justicia y por la gente sencilla. Los de México, aunque no eran objetivo de la violencia del narcotráfico, bien habrían podido dejar esa región, pero decidieron quedarse; y en esto actuaron igual que los de El Salvador, quienes a diferencia de ellos estaban amenazados de muerte si no se iban.
Javier y Joaquín, señaló el docente de la IBERO, se quedaron en la sierra Tarahumara implicándose en la realidad de ese lugar. “Que estuvieran allí no era casualidad, era causalidad, o sea, era algo que hacían porque querían ayudar a la gente”. Así que el que acogieran a la persona que era perseguida, que derivó en su asesinato, no fue mala suerte, “sino que ese era su estilo de vida, ayudar al desfavorecido, al necesitado”.
“Por tanto, sí que hay una unión entre los dos acontecimientos trágicos, entre los jesuitas mártires de la UCA y entre lo que ya podemos denominar jesuitas mártires mexicanos de la Tarahumara. Ambos colectivos estaban allí porque querían estar, sabiendo que era peligroso, y no querían estar de cualquier manera, sino que querían estar comprometiéndose con la gente”.
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