Subir de clase: Héctor A. Gil Müller

Héctor A. Gil Müller

Tengo un buen amigo, profesor universitario que siempre vestía meticulosamente ataviado, portaba con orgullo y con muy buen gusto finos trajes y corbatas, nunca le vi impartiendo su asignatura sin esa elegancia que ya le caracterizaba, cuando le preguntaba por qué siempre iba tan formalmente vestido a su trabajo, me decía con orgulloso acento: es porque tengo clase.

Las clases sociales han sido uno de los muchos argumentos que nos han permitido catalogar a las personas, no es el único, hay muchos otros, porque en nuestra naturaleza nos gusta encontrar elementos que nos distingan. Quizá estamos tan iguales que buscamos diferenciarnos a como dé lugar. La diferencia entre clases ha motivado planes políticos, estilos de gobierno y sobre todo aspiraciones, se ha asociado el desarrollo solamente con indicadores económicos en muchos casos y cada vez se incluyen otros más para alcanzar a determinar ¿Cómo es verdaderamente el desarrollo social?

Sobre las clases que habitualmente conocemos en la economía; la pobreza o clase baja, la clase media y la riqueza o clase alta. Nunca he entendido el distingo sin que este sea solamente económico, la felicidad y otras aspiraciones del ser humano no caben en esta distinción. Conozco gente con tan poco dinero que es inmensamente feliz y también gente con tanto dinero que es inmensamente infeliz.

He visto ciertos comportamientos que determinan algunos patrones, entre quienes ven el dinero como algo para ser gastado, otros lo ven como algo para ser administrado y finalmente quienes lo conciben como algo para ser invertido. Incluso el destino se distingue en cada caso, quienes ven el destino como algo de esperanza o de imposibilidad, quienes conciben el destino como oportunidad y también quienes lo aceptan como una expectativa.

Leí en un libro gastronómico la visión clasista que se puede tener sobre la comida, quienes buscan en ella cantidad, aquellos que buscan calidad y otros que buscan presentación. Pero también en la propia caracterización de la persona, una clase persigue como principal virtud el sentido del humor, otra los logros y la clase alta las conexiones. Muchos y muy variados rasgos encontramos entre las clases que hemos formado. Estoy convencido que no debe ser la única forma, pero sin duda alguna al mundo se accede por lo económico y para lo económico y aunque no debe tener un lugar prioritario sabemos que el dinero no compra la felicidad, solamente la renta o como decía el filósofo urbano: ¡y menos si es poquito!, debemos traer al desarrollo e insertar a todos los mexicanos a un camino de prosperidad, de acceso a los bienes que el futuro ha determinado que estén sujetos a un precio.

El Presidente declaró en una de sus conferencias matutinas la intención que el gobierno mantiene de “arrancar” mexicanos y mexicanas de la pobreza y acceder a una clase económica de movimiento y desarrollo, con una característica medular, “humanista” más no individualista. Esa es la función de todo gobierno, en ese sentido estamos todos convencidos en los ¿qué?, el problema y gran reto es encontrar los ¿cómo? Ahí, en la pesada carga de la estrategia que convierte un sueño en una meta y un deseo en un objetivo es donde se requiere claridad y certeza.

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