Fauna Política
Por Rodolfo Herrera Charolet
Durante más de siete décadas la forma personal de gobernar de los mandatarios mexicanos, construyeron una forma de autocracia moderada, en donde el titular del poder ejecutivo gobernó sin someterse a ningún tipo de limitación; tras contribuir, recomendar, manipular, cooptar o atemorizar a los integrantes de los otros poderes. El presidente de la república, de alguna forma burda o muy sofisticada aderezó sus decisiones con tintes de apertura democrática, cuando en el fondo la manipulación y corrupción de los cómplices o adversarios, fue entre otras, la forma de promulgar y modificar las leyes, inclusive, metió mano a la Constitución General de la República a plena voluntad.
Andrés Manuel López Obrador, el presidente electo por abrumadora mayoría en el 2018, formado en la época del populismo de Luis Echeverría Álvarez, cinco décadas después se convertiría en el más fiel de sus seguidores. El problema es que en los primeros 30 meses de su mandato, demostró una transformación de autocracia moderada a la radical, que alertó a los vecinos del norte. Los Estados Unidos de Norteamérica no se pueden dar el lujo de tener como vecino a un país en crisis y convulsionado por un enfrentamiento interno que desencadene en conflicto civil. Ya tienen suficiente con la tercera gran guerra interna en México que representa la lucha y complicidades con la delincuencia organizada, que coincidentemente se desata a 100 años de iniciada la revolución y a 200 de la independencia.
Señales reales o mal interpretadas de; socavar las instituciones, la concentración excesiva de poder, el amplio gasto social para fomentar el subsidio contra la productividad o el esfuerzo, ignorar a la ciencia, insultar a los opositores, no respetar la ley, burlarse de las llamadas de atención de los órganos jurisdiccionales, afirmar que representa la voluntad del pueblo, reducir al mínimo los servicios de salud pública y no atender oportunamente la pandemia de Covid-19, fueron algunos de los asuntos que envió la alerta a los analistas del vecino país del norte.
Al diagnóstico de la forma de gobernar del hombre cano y apariencia encilla, se sumó la violencia política y la pasividad de su gobierno de enfrentar los grandes problemas nacionales y de aplicar la ley, propiciando anarquía ciudadana. El resultado fue inequívoco, para los Estados Unidos en México la democracia se encuentra en riesgo y para el vecino país del norte, cuando está en juego la democracia no hay regateo a su intervención, mucho menos cuando golpea la violencia política y se comparten miles de kilómetros de frontera.
En un abrir y cerrar de ojos, con gran carga populista, los mexicanos habíamos pasado de la autocracia moderada a la radical.
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