Por Mino D’Blanc
“Cuando el punto de vista puede acabar con una amistad”.
Una vez fui a cenar a un lugar en un día festivo. Obviamente había cartel musical y de entretenimiento al tratarse de una fecha especial.
En el escenario había una silla alta y una mesa redonda al lado de la misma. Llegó uno de los artistas de la noche junto con su manager quien también era quien le manejaba su audio, cinco minutos antes de subirse a hacer su presentación. El mencionado representante iba vestido de manera casual y a nivel del escenario en la parte de atrás estaba la cabina que había sido acondicionada para el manejo del audio, por lo que los asistentes desde cualquier lugar donde nos encontráramos, podíamos ver tanto a los artistas y también a la gente que manejaba el control del audio.
Sin haber realizado el consabido previo soundcheck (prueba de sonido) –al decir previo es referirme a que lo hiciera en horario en que no hubiera público y que cuidará que los micrófonos sirvieran, que no se viciara el sonido, que se escuchara bien en cualquier espacio del lugar, etc.-, el manager subió vestido como menciono anteriormente de manera casual, puso una botella con agua en el filo de la cabina, conectó la consola a las bocinas del lugar así como el micrófono, mientras el “artista” puso una laptop en la mesa que estaba en el escenario.
Comenzó el show y comenzaron los problemas de audio. Se viciaba el sonido, se iba la pista, el micrófono llevaba una pila que ya no servía, etc. El manager tuvo que cambiar dos veces de micrófono al cantante y todos los asistentes nos dábamos cuenta de ello.
El artista entonó la primera canción leyendo la letra en la laptop, sin jamás voltear a ver al público. Y vinieron las siguientes y lo mismo. Sentado en la silla larga jamás saludó a los asistentes, ni dijo su nombre y siguió leyendo las letras de las canciones. Las dos veces que se levantó e intentó hacer pasos llevando el ritmo de la música, su intento quedó en un fracaso y una burla para el público, quienes estábamos presenciando “un ensayo más” de un joven que quiere vivir de cantar en los escenarios. Además, tomaba agua de una botella que tenía la etiqueta de la marca. Profesionalmente hablando en un escenario jamás se deben tener objetos con marca –ha no ser que sean instrumentos musicales a los que por obvias razones no se les puede quitar la marca-.
Llegó una amiga mía quien musicalmente era el show fuerte de la noche y cuando me preguntó qué opinaba de la participación del joven le hice ver todos los puntos “flacos” que tenía y que se me hacía una falta de respeto para el público y obviamente para el empresario que lo contrató. Le puse de ejemplo a un actor que sale al escenario a dar la función leyendo el libreto porque no se lo sabe.
Vi en la actitud de mi amiga un gesto de molestia. Trataba de debatirme mi punto de vista que ella misma me preguntó y a cada objeción que ponía, yo tenía una respuesta. Llegó un momento en que me dijo: “yo también leo las letras de canciones que no me sé” y le dije “pero que te pide alguien del público y que son temas que no tienes montados en tu repertorio y por ende en tu show, pero lo haces por complacer a quien te los pide”.
Regresé a la mesa, llegó un amigo que también participaría esa noche haciendo un show cómico y salió a tema lo que había platicado con la cantante, ya que ella entre frases lanzaba “directas” de personas que juzgan el trabajo de los que apenas comienzan. Pensé entre mí: “el escenario se respeta porque el público merece un respeto y al escenario se sube un profesional que se ha preparado para ello. Un médico que por primera vez hace una cirugía no puede poner de pretexto el fallecimiento de un paciente porque apenas era la primera operación que el galeno realizaba”.
Vaya sorpresa que me llevé cuando el comediante me dijo: “es que es su hijo”. Mi respuesta fue: “el escenario no tiene la culpa y el público menos”.
A los pocos días me encontré a la cantante quien esquivó mi saludo. Se creó una diferencia de ella para conmigo por darle mi punto de vista. Espero que esa diferencia se vea reflejada prontamente en el trabajo artístico “profesional” de su hijo.