Staff/Rossi
· La transformación de la educación es irreversible; no podemos desaprovechar la crisis actual: Mtro. Fernando Valenzuela
· Se tendrá que revisar cada uno de los componentes de la educación; es la era de la flexibilidad y el aprendizaje constante
Los docentes son los mayores emprendedores de la educación y deberán reconstruir los modelos de enseñanza una vez que el confinamiento provocado por la pandemia del COVID-19 haya pasado, porque pensar que el mundo será igual una vez que acabe la crisis es un error y un bloqueo para lo que nos espera en el futuro.
Así lo dijo el especialista y consultor en temas educativos, el Mtro. Fernando Valenzuela, durante el webinar ‘Impacto irreversible en la educación. No dejemos que una crisis se desperdicie’, organizado por el Departamento de Educación de la IBERO y la Confederación Nacional de Escuelas Particulares (CNEP).
“El mundo va a cambiar con nosotros o sin nosotros, y debemos prepararnos de una forma muy distinta a lo que pasaba hace sólo unos meses”, apuntó el Mtro. Valenzuela, por lo que es necesario replantearnos cómo cambiará el mundo y cómo la educación debe reconsiderar todo lo que hoy se sabía de ella, partiendo de la tecnología como un factor que nos envuelve.
Durante su disertación, dijo que los docentes deben convertirse en analistas del futuro, cuyo papel será mirar cuáles son las señales de cambio, qué escenarios son reales, cuál es el futuro más posible y plausible; y al mismo tiempo que haríamos frente a panoramas que no se tenían contemplados, es decir, ser proactivos y desarrollar herramientas de planeación del futuro.
Este impacto cambiará la forma en la que el profesorado, los estudiantes y las instituciones se vinculan, pues la incorporación de la tecnología y de modelos que necesitan de ella tomarán más fuerza, y también este momento “va a obligar a un cambio en la forma de trabajar, en cómo se configuran las oficinas, los roles”.
Esto quiere decir, explicó, que “habrá una demanda de reinvención de habilidades y capacidades gigantesca porque las empresas no van a poder responder a esta nueva dinámica” y seguramente las habilidades que teníamos antes tendrán que cambiar. Es decir, vamos a tener que redefinir el futuro.
El especialista señaló que la educación es un sistema complejo porque tiene muchos componentes y entonces lo que podemos hacer es diseñar las piezas porque así lo exige esta época de transformación. Estimó que pensar que vamos a regresar al estado que teníamos en febrero, retomar el ritmo, es inviable, pues nos vamos a enfrentar a estudiantes que se han construido habilidades y otros que se quedaron atrás.
Hizo un llamado a las y los profesores a entender que no se puede estandarizar todo, “es una de las señales que se está fracturando para siempre”. Se debe perder el control en función de la flexibilidad, no para convertirnos en niños descontrolados, sino para responder a esos futuros que nos está gritando la realidad.
“Es un llamado difícil de hacer, porque la estructura que tenemos en la educación: los horarios, los ciclos, los exámenes, los currículums, los salones de clase, todo eso, está basado en gran nivel de control y mucho de esto se va a romper a partir del modelo que estamos viviendo y nos va a obligar a ser flexibles; y quien esté aferrado a este tipo de modelos que no pueden asimilar la flexibilidad pues va a batallar muchísimo”.
El Mtro. Fernando Valenzuela, experto en transformación digital educativa, propuso que tenemos que cuestionar todo lo que esté vinculado con el proceso educativo: los horarios, los exámenes, el espacio físico, las evaluaciones, el contenido, poner al centro a los estudiantes, es decir, cada eslabón debe ser repensado.
Al entrar a un nuevo escenario, donde no hay certeza, se tendrá que experimentar y ajustar constantemente. Por ello, su propuesta es centrar la educación en las habilidades humanas distintivas, por ejemplo, la ética, la colaboración, la visualización de futuros, la inspiración y cómo contamos historias; y dejar que las computadoras hagan lo que saben hacer.
Además, es necesario poner al centro a los jóvenes y darles protagonismo en la educación, aprender de ellos, pues muchos saben cómo usar la tecnología; sin embargo, otros están rezagados. Lo mismo pasa con la educación para los adultos mayores, que les ayudaría a facilitarse la vida, “pero hoy están fuera, son vulnerables. Pensar en una educación para adultos mayores es un imperativo en nuestro tiempo”.
Se debe entender también que cada vez hay más trabajos que no son tradicionales, personas diseñando sus propios empleos, y eso “obliga a personas que diseñen su propia educación por el resto de la vida”. Enfatizó que “nuestra batalla es de transformación. De ser líderes en este espacio y abrazar el cambio”.
Y para lograr esa transformación es indispensable cambiar algunos conceptos e integrar visiones que antes habían estado segregadas. En este sentido, afirmó que la colaboración debe hacerse hoy “con el enemigo”, es decir, aprender a trabajar con quienes piensan diferente a nosotros; se debe impulsar el liderazgo femenino, lo que quiere decir establecer mundos para ellas y no hacer que se adecuen a entornos masculinos. Otra señal que se va a acelerar es la inclusión.
Manifestó que estos son temas totalmente anclados a la educación y a la labor docente, pues son éstos los primeros emprendedores y responsables de cerrar las brechas sociales y económicas a partir de la enseñanza. Por ello, es necesario que profesoras y profesores sean creativos, experimenten y miren cómo será el mundo después del COVID-19.
En este sentido, es indispensable recordar que lo más importante en la educación es el retorno, y en este ámbito hay seis: de aprendizaje, de inversión, de tiempo, de confianza, de información y de impacto, los cuales deben revisarse y cuestionarse. Se deben romper jerarquías y trabajar más en red; y pensar mejor, pero más rápido para poder enfrentarse a los cambios.
El maestro Valenzuela estimó que esta idea de que las clases deben ser las mismas para los estudiantes y que se puede planear un curso por un semestre o por un año, poco a poco se va a fracturar para siempre. En esta era, la flexibilidad será imperante, modificar cuando sea necesario y maximizar lo que sirve. Pero siempre bajo la consigna de que la “clase sea un laboratorio todo el tiempo”.
“Hagamos un trabajo serio de planeación, de enganchar a los estudiantes como la primera prioridad; después a replantear cómo estamos enseñando y qué queremos enseñar, cómo incorporamos aspectos emocionales, seguridad, salud y flexibilidad a la hora de enseñar, cómo repensamos nuestros exámenes, calificaciones, horarios; y que permanentemente reflexionemos en los que está funcionando; que tengamos una forma de reportar y que este ciclo nunca termina, porque ninguna clase se va a parecer a otra, aunque sea el mismo grupo, el mismo semestre, misma semana”.
Finalmente, dejó tres consejos para esta era que está comenzando: aprender permanentemente, flexibilizar o cambiar y ver el momento.
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