Ricardo Homs
Un tema de la vida cotidiana que debe hacernos reflexionar es el referente a nuestra propia muerte y la de nuestros seres queridos.
¿Cómo quisiéramos morir?… ¿Bajo qué circunstancias?. Por ello se vuelve fundamental dar a conocer nuestros deseos frente a ese momento crucial, a nuestra familia.
Sin embargo, esta vida ágil y dinámica que hoy llevamos, aleja nuestra atención de temas tan cruciales como lo es éste.
Hoy que la tecnología médica ha evolucionado en unos pocos años, de modo revolucionario, en comparación con toda la historia de la humanidad, nos pone frente a retos antes impensables y uno de ellos es saber cuándo y cómo morir cuando nos aqueja una enfermedad degenerativa, larga y lenta como el cáncer, entre otras posibilidades más.
Hoy más que nunca decidir cuando partir y hacer que nuestra familia nos deje partir, nos puede llevar a alargar o cortar sufrimiento.
La tecnología hoy nos puede mantener con vida largo tiempo, pero con grandes costos económicos e incluso, infringiéndonos gran dolor.
Hoy existe una gran industria de la salud, de la que participan médicos, hospitales, laboratorios y la industria farmacéutica, cuyo objetivo es mantenernos con vida a como dé lugar, aún sabiendo que jamás el paciente volverá a llevar una vida normal, como antes de caer en esta crisis.
Una enfermedad larga, sin seguro de gastos médicos mayores, o servicios de salud de los que proporciona el Estado Mexicano, puede descapitalizar a una familia que con un compromiso moral se aferra a dar unos días más de vida a su pariente, no obstante, que esto implique sufrimiento.
Ver a un paciente entubado y sedado, sólo para dar unos días de vida más, es francamente desolador.
Ese es precisamente el momento que debemos evitar.
Encontrar el momento de pedir a los médicos y a nuestra propia familia que nos dejen partir es fundamental, a fin de tener una muerte digna como persona y no dejar que nuestro cuerpo sea tratado como un objeto al que se manipula para alargarle la existencia.
Entendiendo esto, es que podremos pasar nuestros últimos días reconciliándonos con la vida y despidiéndonos de amigos, familiares y de aquellos con quienes tenemos un asunto pendiente que arreglar.
Sin embargo, existe una clara confusión en el mundo de hoy respecto hasta dónde es ético alargar la vida a quien ya no tiene remedio.
A la familia le genera un conflicto no luchar por regalar unos días, semanas o meses de vida a ese ser querido, como si ello fuera una obligación moral. Por otro lado, la industria de la salud continúa la lucha, en su beneficio económico, mientras el paciente o la familia no manifiesten su deseo de abandonarse a los tiempos que marca la misma naturaleza.
No es difícil identificar casos de un tipo o del otro. Amigos y conocidos que se han dejado llevar por la inercia médica y terminaron su vida a merced de la voluntad de terceros, así como otros que pusieron un límite a la ayuda de la ciencia y dejaron que la naturaleza hiciera su parte.
Mientras tanto, esta lucha estéril puede generar familias endeudadas que se privan de la oportunidad de despedir dignamente a su familiar y darle tiempo para prepararse emocionalmente para este cambio, así como pacientes lastimados innecesariamente, que incluso pueden llegar a pasar a mejor vida sin estar conscientes de ese momento y sin disfrutar de la cercanía y cariño de sus seres queridos.
Es importante definir nosotros cómo queremos morir y cuándo y también brindar la oportunidad de tomar esa decisión a nuestros seres queridos, antes de que nos convirtamos nosotros o ellos en un objeto en manos de la ciencia. Es cuestión de dignidad humana.
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