Ciencia y docencia en la trinchera: reflexiones en torno al 15 de mayo

Dr. Alfredo Sandoval Villalbazo

Académico del Departamento de Física y Matemáticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México e Investigador Nacional

· Los avances recientes de la ciencia pueden motivar actividades prácticas en los salones y laboratorios

En la época anterior al desarrollo de tecnologías tales como los teléfonos celulares y las tablets, la dinámica dentro de las aulas escolares poseía un ambiente de secrecía; una sesión de clase podría ser brillante o sombría y únicamente la memoria de docentes y estudiantes podía dar fe de lo acontecido.

Actualmente, el acontecer en el aula puede ser visto en cuestión de segundos de un lado a otro del planeta, pudiendo generar consecuencias prácticamente incontrolables. Este entorno también ha facilitado la fiscalización de las actividades dentro de las aulas y ha limitado la creatividad en los procesos de enseñanza y de aprendizaje.

Existe una idea arraigada de que los problemas de la educación actual pueden resolverse por medio de formulación de nuevos planes y mayores controles de exigencia elaborados por diversas autoridades escolares. Desafortunadamente, muchas de estas iniciativas resultan ajenas a la realidad cotidiana de las escuelas y eventualmente resultan inaplicables.

En la práctica las experiencias exitosas de transformación educativa surgen ‘sin guión rígido’ y a partir de actividades asociadas con el conocimiento científico sustentadas y catalizadas con base al entusiasmo de docentes y estudiantes.

La vida cotidiana se caracteriza por la presencia de sucesos de alto impacto tales como los desastres naturales relacionados con el cambio climático, la inseguridad, la pobreza y la inequidad. Cada una de estas situaciones puede enfocarse desde una perspectiva formal utilizando el razonamiento matemático y los métodos formales que permiten llegar a conclusiones objetivas de interés para los estudiantes.

En este mismo contexto, los avances recientes de la ciencia (como la detección de un agujero negro) pueden motivar actividades prácticas en los salones y laboratorios para poner al alcance de la juventud conceptos que aparentemente estarían reservados para mentes privilegiadas.

Ninguna planeación burocrática puede anticipar el desarrollo de acontecimientos de alto impacto científico y/o tecnológico que deba ser abordado coyunturalmente en un ámbito escolar. Las revoluciones educativas se gestan en las trincheras académicas, a partir de las competencias que posee el profesorado y de la existencia de ambientes libres.

En este tenor, el uso de las nuevas tecnologías resulta un aliado ambivalente. Dado que nos encontramos en la llamada ‘era de las redes sociales’ nos hemos acostumbrado a asociar el concepto de éxito con el reconocimiento de terceros; a pesar de ello, las experiencias educativas exitosas acontecidas en varios países del mundo poseen un carácter fundamentalmente anónimo. En éstas se reflejan avances colectivos que se traducen en el dominio de competencias de razonamiento matemático, metodología científica práctica y escenarios laborales decorosos que favorecen la equidad e inhiben la delincuencia.

Este paradigma es perfectamente reproducible en nuestro país, aunque los resultados sean palpables dentro de varios años. Las condiciones para que prospere este tipo de movimiento educativo están presentes en México y en todo el planeta.

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